Escribo antes del discurso del presidente Abinader pero, gracias a una violación del “embargo” del texto de la alocución, leí que “anunciaría el levantamiento de todas las restricciones del estado de emergencia, incluyendo el uso obligatorio de mascarillas”.
La coletilla de “según ha transcendido”, común del mal periodismo, pretende justificar que quien publicó esa noticia –antes de ocurrir— violó una útil tradición del mejor periodismo, que es que los jefes de Estado entreguen a los medios más responsables los textos de sus discursos antes de que sean transmitidos, entendido que no habrá divulgación previa.
Ojalá se haya tratado de algún inadvertido error y no una violación consciente, puesto que, si bien la relación adversaria de la prensa ante cualquier poder es sana costumbre, también lo es la caballerosidad e integridad. Esa confianza recíproca es común en países de sólida tradición democrática, pues ambas partes asumen que coinciden en un ideal común de trabajar a favor de toda la sociedad.
La desconfianza erosiona la cohesión social que conviene a gobiernos y medios.
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