“En las manos de Dios”

Un cordial saludo a todos mis queridos lectores. Espero se encuentren bien en unión de toda su querida familia.

Nosotros los seres humanos por si solos no somos nada, somos algo y alguien cuando nos ponemos en las manos de quien Ustedes crean o le llamen. El Creador, Jehová, el todopoderoso, una fuerza sobrenatural, y yo le llamo como Católico que soy Dios, o el Señor.

Ponernos en sus manos no es solamente hacer el bien, eso puede hacerlo aun aquellos que no creen. Tampoco es darle $10.00 Pesos a uno que esté pidiendo en la calle,  No es querer hacer el bien y no hacerlo, recordemos que de buenos intencionados, está lleno el infierno. Es cumplir con los 10 mandamientos que Dios nos dio.

Quiero contarles una historia que lleva por título “El Pincelito” y dice así: Había una vez un pincel que era la admiración de todos los demás lápices, pinceles y crayones, puesto que con él habían sido pintados los cuadros más hermosos que habían salido de ese taller. Cuando el pintor tenía que realizar una obra de calidad o un trabajo muy importante, siempre acudía a él, puesto que sus suaves cerdas eran las que más finos y delicados trazos imprimían sobre el lienzo, y le daban un toque especial a cada detalle de la obra. Esto llenaba de orgullo a nuestro amiguito, que solía orondo pasearse por el taller, mirando por encima del hombro a los demás elementos de dibujo, puesto que sabía que era el mejor. Todas las fibras y acuarelas del taller suspiraban por el galán. Cierto día, un viejo plumón de tinta china,  Le dijo: ¿Tú te crees muy bueno? Pues lamento informarte que tú solo no vales nada. Jamás decides tú qué es lo que vas a pintar, o qué colores utilizarás, sino que eres un  simple instrumento en las manos del artista.

El pincelito, avergonzado, deprimido y frustrado se retiró a llorar. Había sido el ridículo. Todos se habían reído de él. Todos menos el pintor, que lo tomó dulcemente en sus manos y le dijo: Querido amiguito, yo sé que tú eres el mejor, pero eres el mejor en mis manos. Tú solo no puedes hacer nada. Tú necesitas de mí. Sólo dejándote conducir por mis manos es que podemos crear juntos la belleza. Que sea yo quien dirija tus movimiento eso no te va a quitar el mérito.

Yo te amo, y te he elegido a ti, entre muchos otros, cada vez que te utilizo. Ahora sécate las lágrimas y vamos a seguir adelante. 

Mis queridos lectores. Nosotros somos como ese pincel en las manos de Dios, recordemos que sin él no somos nada. Dios nos invita a ser humildes y dejarnos ser en sus manos, él sabe perfectamente a dónde quiere llevarnos.

Los dejo con el Versículo 43 del Evangelio de San Marcos, Capítulo 10 que dice: “Más no sea así entre vosotros. El mayor entre vosotros hágase vuestro servidor”. 

Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.