La columna de Miguel Guerrero
El juez que fallará hoy sobre si se mantiene el archivo definitivo de la querella por lavado de activos contra el ex presidente Fernández y su fundación Global o en cambio ordena la investigación del caso, tiene ante sí la excepcional y honrosa oportunidad de decidir el sendero de la justicia.
De su decisión dependerá si los tribunales adquieren la condición de simple carga burocrática para la sociedad y un aliado de la corrupción y la impunidad que la promueve o, por el contrario, una posibilidad de cambio en la búsqueda de una independencia judicial que sirva de contrapeso al desmedido uso del poder en beneficio de clanes empresariales y políticos.
Su decisión lo hará merecedor del cargo que desempeña o lo condenará al repudio de una sociedad ávida de justicia y cansada de observar día a día la complicidad que sepulta los anhelos de algún nivel de decencia en la vida pública.
Lo que ese juez decida nos hundirá en el cieno o nos liberará del estiércol. La oportunidad que él carga sobre su conciencia tal vez no volvamos a tenerla en muchos años. Si opta por lo fácil y elude su responsabilidad, la generación a la que pertenezco no vivirá el sueño de la redención judicial a la que la mayoría de los ciudadanos de este país aspira.
Su fallo determinará el método que el pueblo dominicano, exprimido hasta la última gota, decepcionado y despojado de esperanzas, asumirá para liberarse de las prácticas viciosas que han ennegrecido sus deseos de vivir en una sociedad en que la Constitución y las leyes normen las actuaciones de sus funcionarios. Este juez, y tal vez él no lo sepa, hará con su decisión que pronto o más adelante el pueblo decida su destino por las instituciones o emule las experiencias de Egipto, Turquía o Brasil.
No son muchos los caminos. Hoy un hombre decidirá si el país queda a merced de los Fernández y los Bautista o se le abre un chance en su lucha contra la corrupción.