Mañana, aniversario de la Restauración, se inicia otra etapa en el largo camino hacia el sueño de establecer una democracia vigorosa, garante de las libertades públicas. A las diez horas del día, fiel a la tradición protocolar, el presidente Danilo Medina hará el juramento que le permitirá gobernar al país por los próximos cuatro años, conforme a la Constitución y las leyes de la República. La ceremonia, a la que asistirán jefes de gobiernos de varias naciones y a despecho de las grandes diferencias que dilatan nuestra marcha hacia el porvenir, dejará a un lado por el resto de la mañana las incomprensiones que distancian a la clase política y hacen más doloroso el tránsito hacia un estadio de madurez que haga de la actividad democrática un hábito en la vida nacional.
El Presidente dirá un discurso en el que se espera delinee sus planes para el cuatrienio e inyecte nuevas expectativas y esperanzas de cambios. Esa ha sido la tradición y no hay razones para que esta regla no se cumpla. Con un respaldo electoral de más de un 60%, que le asegura un control legislativo y la administración de la mayoría de los municipios, su nuevo mandato despeja muchos de los obstáculos que se vio precisado a superar en agosto del 2012. Al jurar su compromiso de respetar la Constitución y las leyes iniciará la que está supuesta a ser su última presidencia, según los límites que la Carta Magna le pone al ejercicio de la primera magistratura de la República.
Como todo comienzo, el país espera que los cambios en la administración reflejen realmente la intención de un rumbo nuevo. Aunque el país ha avanzado, muchas de las más importantes instituciones de la burocracia estatal se han petrificado por la permanencia inacabable de funcionarios, incapaces ya, por agotamiento, de marchar parejo con el paso del país. Los primeros decretos de ese primer día, más que el discurso inaugural, dirán cuál será realmente la ruta.
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