En Montecristi no guardarán luto por Gadafi

SALUDOS, QUISQUEYANOS.- No hay que ser adivino para asegurar que el presidente Leonel Fernández en su intimidad respiró con orgullo al reconocerse como uno de los pocos dominicanos que en vida estrechó la mano del fallecido líder libio Muamar Gadafi,  del cual obtuvo “promesas” de invertir US$2 mil millones en una refinería de petróleo que estaría ubicada en Montecristi.

Pero ya el pueblo aplica a los políticos la fórmula del apóstol Tomás “ver para creer” y por tal razón no hay lamento ni en la Línea Noroeste ni en el Palacio Nacional por la muerte del dictador libio, derrocado por un pueblo que asumió la lucha como antídoto contra la indignación de un gobierno que dispendiaba sus riquezas y no les escuchaba.

Entre el 11 y el 16 de julio, Fernández -en su condición de relator de la XV Cumbre de Países No Alineados celebrada en Egipto- tuvo el primer contacto con Gadafi, al que Ronald Reagan llamó “perro loco”, que luego Hugo Chávez calificó como «líder para los pueblos de América Latina» y al que José María Aznar llamó «amigo extravagante». De ahí surgió según la prensa oficial dominicana una invitación a celebrar los 40 años de su régimen en Libia, desde donde vino cargado de promesas tras un viaje largo y costoso, que ahora puede asegurarse que fue también en vano.

El 31 de agosto del 2009 el presidente Fernández llegaba a una Libia que ya estaba caliente. Con la manifiesta euforia y fascinación que tiene de un tiempo para acá por los países árabes, se reunió con Gadafi y su hijo Saif Al Islam al Gadaffi, heredero político de Gadafi, dijo que Libia estaba interesada en que República Dominicana se convirtiera en el centro regional del despacho aéreo de Afriqiyan, su línea aérea estatal.

Tal vez a Leonel le faltó tiempo para descifrar las claves de Gadafi sobre como lograr la aceptación y reconocimiento internacional a su régimen, aún a pesar de su pasado como patrocinador de atentados. O quizás pra analizar la efectividad de lograr la aceptación (al menos por un tiempo) de una ideología ni capitalista ni socialista plenamente, pero que para los fines de Gadafi reunía lo mejor de dos mundos, hasta que el pueblo de hartó y el benefactor se tornó en asesino.

Mientras tanto, Montecristi ya puede tener la seguridad de que si algún dia llegan a tener una refinería de petróleo funcionando y empleando a sus habitantes, esta no se construirá con los codiciados petrodólares de las arcas de Libia, dinero que actualmente se empeña en hallar el gobierno de transición para atender demandas sociales y reconstruir su país.

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