Como padre y Mesías de su revolución, el presidente Hugo Chávez no sólo se aumentaba en más de 360% el presupuesto para sus viajes y sus acciones caritativas y se asignaba casi medio millón de dólares para la compra de sus trajes y calzados, lo que sin duda lo convertía en el mandatario más lujosamente vestido del continente. También velaba por la salud e higiene de los venezolanos, diciéndoles lo que debían comer, las luces que debían apagar, las horas de ver televisión y la forma en que debían ducharse.
Ya en el 2009, más de una década después de instalarse en el Palacio de Miraflores, residencia oficial del ejecutivo, las recomendaciones de Chávez eran producto de la escasez de elementos básicos y el deterioro de los servicios públicos, en uno de los países más rico en recursos naturales del mundo. Su mesianismo carecía de parangón. En una intervención en octubre de ese año en “Aló presidente”, su intragable e interminable programa semanal de radio, el coronel le dijo a sus compatriotas la forma correcta de bañarse, con una “ducha comunista”.
Al anunciar los planes de racionamiento de agua y electricidad, en el mayor productor de petróleo de la región, les dijo a los venezolanos, según se pudo leer en la edición entonces del diario madrileño El País (cito): “Hay gente que se pone a cantar en el baño, media hora en el baño. No, chico, tres minutos es más que suficiente. Tres minutos he contado yo y no quedo hediondo, se lo aseguro. Un minuto inicial, un minuto de jabón y champú y un minuto para quitárselo. ¿Qué más hace falta para bañarse? Ah y si te vas a tirar en la bañera y prendes el jacuzzi, imagínate tú, ¿qué comunismo es ese? Vamos a ahorrar agua y energía eléctrica”.
Sí, había que ahorrar, porque él se aumentaba sus gastos y asignaba 84,000 dólares para productos de tocador en las casas presidenciales. Después de ese hombre, el legado que le esperaba a Venezuela, no podía ser otro que Maduro.
Recibe las últimas noticias en tu casilla de email