Redacción.- Ibrahima Khaliloullah Wade, tío de Sidane Wade, uno de los 14 cadáveres encontrados en una embarcación en las costas de República Dominicana, la mayoría de las cuales eran de Senegal, relata la vida del fallecido y solicita ayuda a las autoridades para repatriar los restos de su sobrino.
En una entrevista realizada por el diario senegalés L’Quotidien, Ibrahima Wade cuenta cómo la población de Mbane, Senegal, y su familia siguen en shock tras recibir la trágica noticia del hallazgo de varias osamentas en el mar, una de las cuales era de Sidane.
Ibrahima relata que su sobrino había estado viajando desde el 16 de enero de 2024. Durante el trayecto, un mal tiempo lo sorprendió, obligándolo a hacer una parada en Nouadhibou, Mauritania, hasta el 22 y 23 de enero, fecha en la que partió nuevamente. Su hermana mayor se comunicó con Sidane el 21 de enero de 2024.
Explican que no sabían nada de sus planes de viaje y se enteraron dos días después de su partida. «No lo sabíamos. Incluso si lo hubiéramos sabido, no se podría haber prevenido porque es un fenómeno incontrolable».
Cuentan que realizaron una investigación con sus amigos morabitos, pero decidieron no involucrar a la policía, «porque no queríamos exponerlo a él ni a nosotros mismos».
Ibrahima Wade y su familia se enteraron de la trágica noticia a través de un mensaje en Messenger. «Personas de la República Dominicana se pusieron en contacto con nosotros a través del documento nacional de identidad encontrado en la canoa».
Narran el dolor de la madre y de su exesposa ante el anuncio de la tragedia, después de más de 6 meses sin ver a Sidane, quien era padre de un niño de 5 años. En la familia existe una gran consternación, ya que han seguido la historia de personas que han perdido sus vidas ahogadas, pero nunca se imaginaron tener que enfrentar una tragedia similar. Lo describen como una muerte horrible e indescriptible.
Sidane Wade «era una persona versátil; fue sastre, taxista, albañil y vendedor ambulante, que hizo todo lo posible para ganarse la vida», narra su tío.
La familia se enteró de que Sidane vivía en Mauritania. «Sidane vivía en Mauritania desde 2019, pero pasaba las grandes vacaciones en Mbane», una pequeña isla fronteriza entre Guinea Ecuatorial y Gabón. Comenzó a residir en Mauritania en 2019 y pasó las grandes vacaciones en Mbane, Senegal, donde inició su actividad como sastre.
Su tío explica que no tenía amigos en la embarcación donde se encontraron sus restos. «Lo único que sabemos es que viajó con otro joven de Mauritania, un joven que vive en Dakar».
Hasta el momento, ninguna autoridad se ha puesto en contacto con la familia de Sidane Wade. «Desde las primeras horas, nos pusimos en contacto con el subprefecto de Mbane, pero hasta ahora no hemos recibido respuesta», explicó.
Tanto el tío de Sidane como su familia hacen un llamado a las autoridades para que los ayuden a repatriar los restos del joven.
La familia ha iniciado la ceremonia fúnebre de Sidane. «Este viernes, 9 de agosto, se organizó una sesión de oraciones y lectura del Corán bajo la égida del Imam Ratib de la aldea de Mbane». La población se queda sin palabras, ya que es la primera vez que un joven del pueblo muere en una situación así.
El presidente de la asociación Présence chrétienne, Paul Dominique Corréa, habló sobre la tragedia de la emigración ilegal: «El Estado debe localizar y detener a los traficantes». Estas muertes se suman a la interminable lista de migrantes que han fallecido en el mar.
Corréa subrayó la dimensión «criminal» que lo macabro parece relegar a un segundo plano. «Hay una dimensión criminal en este caso en la que tendremos que centrarnos; hay personas que se enriquecen con este tráfico. Parece un convoy en el que cada viajero paga 500 mil francos CFA, y estos traficantes pueden acabar acumulando más de 50 millones de francos CFA. Invito a las autoridades a rastrear y arrestar a estos traficantes», dijo Paul.
Al esbozar posibles soluciones a este flujo migratorio mortal, Corréa cree que primero debemos deconstruir la percepción del El Dorado que atrae a nuestra juventud desorientada. «Deconstruir significa trabajar con los padres. Estos jóvenes que intentaron la aventura dicen que ya no soportaban la mirada de quienes los rodeaban, que les hacía sentir que su vida era un fracaso. Y, muy a menudo, si por desgracia alguien del barrio había conseguido entrar en Europa en canoa, esto provocaba un efecto contagio en todo el barrio», confiesa.
En el ámbito diplomático, Paul Dominique también señala que hay trabajo por hacer. «Nuestros estados deben entablar un debate con los del norte. Es necesario llevar a cabo un trabajo regulatorio para que nuestros ciudadanos puedan viajar. Ellos (los occidentales) pueden venir a nosotros en paz. Debe ser recíproco. Estos países deben prepararse para acoger, no toda la miseria del mundo -como se dice-, pero sí a los seres humanos», se enfurece.
Esto es aún más necesario, según él, porque «al otro lado del Atlántico hay necesidad de manos». «Creo que esto se puede organizar a través de un diálogo civilizado entre los estados», sugiere Paul Corréa.