Se trata de un "experimento" que intenta obligar a las personas a luchar contra su conciencia.
"Intentar obligar a las personas a luchar contra su conciencia. Fue una protesta contra lo que está pasando en el mundo, contra este cinismo, esta brutalidad que impregna el mundo en que vivimos", contó el propio Evaristti a la cadena BBC sobre la idea que quería transmitir.
De acuerdo con el medio de comuniación la mayoría de los asistentes no presionó el botón, pero uno de ellos sí lo hizo, no una, sino dos veces en dos licuadoras, acabando con la vida de dos pececitos. Ante este aparente "crueldad animal" por las quejas de que las licuadoras estuvieran conectadas, las autoridades intervinieron y le pidieron al propietario del museo, Peter Meyer, desconectarlas de inmediato, pero este se negó y fue obligado a pagar una multa de 2000 coronas, que en la actualidad ascienden a 205 dólares. El hombre protestó por la multa en nombre de la “libertad artística”, no pagó la multa y fue llevado a juicio en el país por crueldad animal. Finalmente, el tribunal lo absolvió a Meyer, luego de que varios testimonios de veterinarios explicaran que los peces habrían muerto casi instantáneamente, por lo que no estuvieron expuestos a un sufrimiento prolongado.