Hubo épocas ya lejanas en que la moneda nacional era un símbolo de soberanía de los países que la emitían y respaldaban. Pero vivimos otros tiempos. Ninguna nación de la Unión Europea ha renunciado a su soberanía ni a su auto-determinación por haberse allí adoptado una moneda única. La prosperidad que les ha traído la unificación de sus economías y monedas, las ha hecho más libres y felices. La unión ha ahuyentado el fantasma de una nueva guerra en el continente, librándolos de una destrucción similar a las que ya sufrieron con motivo de las dos grandes guerras del siglo pasado.
En nuestro país se cita todavía la creación del peso dominicano como una medida de liberación económica. Ello no es enteramente cierto como tampoco falso. Pudiera ser que en su momento la iniciativa ayudara a elevar el orgullo nacional y agigantar el mito de la Era de Trujillo, entonces en pleno apogeo y gloria. Pero la creación de la moneda y las instituciones que surgieron con ella, en su momento no fueron más que el instrumento que le faltaba al tirano para completar su control y dominio absoluto de la economía dominicana. El peso que Trujillo defendió como su propia vida, es desde hace años un símbolo de nuestros pesares económicos. Su valor cambiante, sus vaivenes en tiempos difíciles, cambian la vida de personas y de empresas.
Aunque la dolarización no es decisión ligera, muchos países se fueron por esa ruta. Expertos han señalado que necesitaríamos reservas del orden muy superior a las del Banco Central para emprender ese camino. Algunos han visto la dolarización como improbable bajo argumentos de índole sentimental, relacionados con los vínculos del peso con una pretendida y falsa independencia económica nacional. En la discusión olvidamos que de hecho la economía dominicana ya fue dolarizada y que los precios de los bienes y servicios se cotizan en la divisa estadounidense.