Mucha agua ha corrido por debajo de los puentes de las naciones latinoamericanas y cientos de ríos se han secado o han variado su cauce, entre el surgimiento de la Organización de Estados Americanos (OEA), en 1948, y su paralela, Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en 2010, pero ambas entidades corresponden a órdenes económicos y sociales que acusan una profunda crisis.
La primera corresponde al acomodamiento de la etapa posterior a la segunda guerra mundial, que con Bretton Wood parió la gendarmería económica: Fondo Monetario y Banco Mundial, y como un derivado de las Naciones Unidas, para el control político de las Américas, la OEA, el brazo diplomático y operativo de la potencia que emergió económicamente más fortalecida del conflicto bélico: Estados Unidos.
Por más de medio siglo la OEA actuó a sus anchas apañando dictaduras y humillaciones a la soberanía de los países, como la que padeció la Republica Dominicana por segunda vez en 196 mientras el interés de Estados Unidos era proteger la región del peligro comunista, pero después que ese cuco desapareció la institución devino en una protectora muy poco creíble de la democracia.
Cuando el sistema perdió su rival ideológico, intentó revisiones que aun no paren una respuesta efectiva. Llegan progresos tecnológicos pero el hambre y la miseria continuaban sus estragos, por lo que el keynesianismo se declaró en desuso y tomó vigencia el criterio de que el santo remedio a todos los males sería el mercado, y agarrado de esos nuevos designios el liderazgo político tradicional no hizo más que desacreditarse, pero en nuestra región el realismo mágico parió una respuesta que alcanzó gran incidencia: un engendro denominado socialismo del siglo XXI, cuyo promotor fue Hugo Chávez, aupado por coincidencias muy favorables: el disparo por las nubes de los precios internacionales del petróleos, de los granos y los metales, lo que convirtió de la noche a la mañana en sumamente ricos a varios gobiernos que se ubicaban en la nueva orbita.
Para mejor fortaleza, el líder del nuevo orden no era comesolo, puso a los pobres de su país a disfrutar sin mayores exigencias de los altos ingresos, y pactó acuerdos muy generosos para que los países no productores de petróleo recibieran este producto en condiciones financieras muy blandas, porque su objetivo político era agruparlos en entidades paralelas a las que estaban bajo el control de los Estados Unidos, en ese contexto surge en 2010, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, no con los 35 países de la OEA, sino con 33 porque habrían dos excluidos: Estados Unidos y Canadá.
El fin de la historia: murió Chávez y nadie se ha podido calzar sus zapatos, colapsaron los precios del petróleos y de las materias primas exportadas por sus socios, a su principal aliada la desalojaron del poder en Argentina, y Rafael Correa sabe que los tiempos de vaca gorda se esfumaron, y en lo que el hacha iba y venía Cuba se entendió con Estados Unidos, al chavismo le acaban de dar tremenda zurra en las congresuales, y la pregunta es ¿Quién se pone a la cabeza de la agenda antiimperialista?
La desprestigiada OEA está en la obligación de revisar su rol para recobrar influencia, pero CELAC tiene que redescubrirse para encontrar roles más productivos que los de un antagonismo que a pocos les interesa y que nada aporta. En manos dominicanas esa reorientación debe empezar.
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