Por Cholo Brenes
Desde que nombraron a José Antonio Rodríguez en el Ministerio de Cultura, comentaristas políticos radiales comenzaron a bombardearlo por todos los lados. Y es que eso se llama Ministerio de Cultura, con todo lo que eso implica, y para ejercer ese cargo no basta ser cantautor. Tiene que haber pasado de algunas calles de la ciudad colonial y haberse untado del sudor del pueblo, que por ahí andan muy pocos.
No hay un solo color en las manifestaciones culturales, son muchos, y necesariamente no es el de la predilección de algunos. El flaco es una persona afable, simpática, pero muy es poco conocedor de la esencia de nuestros campos y barrios.
Silvio Rodríguez, su amigo íntimo, pertenece a la élite de los cantantes cubanos. Basta leer y oír su música para darnos cuenta que sus versos no fueron creados en cualquier batey de la hermana isla. ¡Son exquisitas!, son sublimes y cargadas de un testimonio de lucha en la revolución y fuera de esta.
Son muy pocos los que llegaron a untarse del grajo de nuestros compueblanos, quizás del que podemos hablar, como el de mayor condición es el amigo Luis Díaz.
Sabemos muy bien que lograr esa simbiosis de capacidad para crear y de conocimientos profundos de los campos, y nuestras polvorientas calles, será muy difícil encontrarlo en uno o en varios pero, de lo que si estábamos y estamos seguros es que no es José Antonio Rodríguez.
Seguramente encontrarás apoyo de los supuestos “cronistas” de el arte y de los medios; pero cuídate de ellos, José Antonio, porque esos no saben ni miércoles, ni jueves, ni viernes.
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