Evo y Jeanine

Ante esa situación los militares pidieron la renuncia del presidente  para contener las presiones y pacificar al país, pedido que el Presidente acogió sin constancia de que en ningún momento haya sido apresado u obligado a acoger la solicitud de renuncia.

El concepto de dictadura para Evo Morales Ayma es muy voluble, por eso tilda de tal al gobierno interino que encabeza en Bolivia la presidenta Jeanine Áñez, pero no juzga de dictatoriales los regímenes de Nicolás Madura, en Venezuela; Daniel Ortega, en Nicaragua; ni el sistema castrista de Cuba.

No hay duda de que la juramentación de la señora Áñez se produjo bajo una institucionalidad precaria, pero si la tesis de la inmediatez sucesoral del Tribunal Constitucional boliviano que la amparó es endeble, también  lo fue la interpretación constitucional que permitió al presidente Morales optar por la búsqueda de un cuarto mandato, después que un referéndum y la Constitución lo objetaban.

Golpe de Estado es la interrupción del orden constitucional, y, no es lo que ha ocurrido en Bolivia. En ese país ha habido una crisis postelectoral que derivó en protestas violentas y en un clima de irritación social caótico, que se agravó cuando el convencimiento de que la interrupción del conteo y su reanudación con una tendencia totalmente distinta a la que primera antes de la suspensión, habían sido fraudulentas, se convirtió en realidad avalada por una auditoría forense de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Ante esa situación los militares pidieron la renuncia del presidente  para contener las presiones y pacificar al país, pedido que el Presidente acogió sin constancia de que en ningún momento haya sido apresado u obligado a acoger la solicitud de renuncia.

Morales presentó renuncia, pero no le sustituyó una junta cívico militar sino que se siguió el orden constitucional pautado, pero el primero en la línea sucesoral, el vicepresidente Alvaro García Linera, también anunció su renuncia, tocando a la segunda, la presidenta del Senado, Adriana Salvatierra, que hizo lo mismo que el vicepresidente. De ahí que tocara a la vicepresidenta del senado,Jeanine Áñez, que acogió el desafío pero fue boicoteado el cuorum para su juramentación porque los legisladores partidarios de Evo Morales, que son la mayoría congresual, no participaron.

No obstante, un país no puede permanecer sin cabeza hasta que se crearan las condiciones de reunir cuorum para la transición constitucional, y ahí se aplica el criterio de la inmediatez sucesoral del TC.

La juramentación y toma del mando por parte de Jeanine Áñez, han sido pasos apropiados que las actuaciones de la presidenta pueden legitimar con el accionar que adopten. Si la presidenta interina se concentra en crear el clima para la celebración de nuevas elecciones, con vigilancia internacional, sin que ella se presente como candidata, le estará rindiendo un servicio histórico de gran envergadura a su país.

Por su parte, Evo Morales, lejos de sabotear lo que se haga para restaurar la normalidad, tiene muchas cosas que reinvidicar, incluida su renuncia si la proyecta como un acto de desprendimiento para ahorrar un baño de sangre. Antes de renunciar había anunciado la convocatoria de nuevas elecciones y la sustitución del arbitraje electoral, metas con las que debería colaborar sin presentarse nueva vez como candidato, pero con todo derecho a favorecer y hacer campaña por uno de los suyos.

No hay posibilidad inmediata de lograr un acuerdo político para normalizar a Bolivia sin la participación de Evo Morales y de la fuerza electoral que representa, por fortuna él ha mostrado que no quiere ver a los bolivianos desangrándose y destruyendo todo lo que se logró avanzar bajo sus mandatos, con una impronta social internacionalmente valorada.