Ni los nazionalistas (tipo nazi con Z) más furibundos se atreven a negar que en octubre de 1937 hubo una masacre de haitianos que vivían ilegalmente en nuestro país. Comúnmente se dice que mataron más de 20,000. Esa cifra es groseramente exagerada.
Trujillo inflaba el número para crear mayor terror; el gobierno haitiano para cobrar más por la reparación en millones de dólares pactada posteriormente. Tantos miles tendrían que haber dejado alguna evidencia física de su enterramiento. Nunca se han hallado fosas comunes ni miles de tumbas individuales.
En 1937 sólo Santiago y la capital tenían más de 30,000 habitantes. Matar 20,000 equivale a dos terceras partes de la población de Santiago. ¿Y los cuerpos, dónde están? Si esa matanza fue en pocos días, ¿cuántos asesinos fueron y cuántos mató cada uno? Que fueron asesinados cientos y no miles no disminuye el horror, pero se acerca más a la verdad histórica. Al sacar de contexto la masacre, algunos culpan al país por el crimen de un dictador que mató muchísimos más dominicanos que haitianos en sus 31 años de satrapía.