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Exasesor del Papa administró fondos millonarios del Vaticano en el Credit Suisse para invertir en propiedades lujosas

Una auditoría realizada en 2019 por el Instituto para las Obras de Religión (IOR), el banco del Vaticano, encontró que parte de ese dinero se había utilizado como inversiones que no habrían sido informadas al Vaticano.

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Redacción Internacional.– Un ex colaborador cercano del Papa Francisco, encargado de manejar las finanzas del Vaticano, administró una cuenta bancaria en el Credit Suisse con fondos que están bajo sospecha. Se trata del poderoso cardenal italiano Giovanni Angelo Becciu, ex número tres del Vaticano, que mantuvo su cargo hasta 2020 como sustituto en la Secretaría de Estado, una suerte de jefe de gabinete del Papa.

Becciu habría sido uno de los responsables de tomar un préstamo de USD 242 millones del Credit Suisse para hacer inversiones inmobiliarias de lujo en Londres, una operación que le significó pérdidas millonarias a la Iglesia Católica. La operación, que está siendo investigada por la Justicia del Vaticano, incluía como aval de garantía las donaciones de los fieles al “Óbolo de San Pedro”, un fondo destinado a obras de caridad.

Una auditoría realizada en 2019 por el Instituto para las Obras de Religión (IOR), el banco del Vaticano, encontró que parte de ese dinero se había utilizado como inversiones que no habrían sido informadas al Vaticano y “en fondos especulativos extraterritoriales”. Entre esas inversiones cuestionadas figura la autorización dada en 2013 para la construcción de departamentos de lujo en la antigua sede de los almacenes de Harrods, en Londres, concretada entre 2014 y 2018 bajo el papado de Francisco, por un total de 350 millones de euros. El edificio fue finalmente revendido por el Vaticano en enero pasado, luego de que la operación le generara a la Iglesia católica una pérdida de entre 115 y 166 millones de euros.

La investigación abierta desembocó en una acusación a Becciu por malversación de fondos y abuso de autoridad, junto con otros altos funcionarios de la Secretaría de Estado del Vaticano, así como los agentes financieros Gianluigi Torzi, Enrico Crasso y Raffaele Mincione. En total, son diez los acusados en el juicio en curso.

“Yo quiero de todo corazón que sea inocente. Fue un colaborador mío y me ayudó mucho. Es una persona a la que tengo cierta estima, o sea que mi deseo es que salga bien. Pero es una manera afectiva de la presunción de inocencia. Además de la presunción de inocencia, tengo ganas de que salga bien. Ahora, la justicia es la que va a decidir”, dijo Jorge Bergoglio en una entrevista con la radio española COPE en octubre del año pasado.

Seis años antes, en su gira por América Latina había tenido palabras más duras para hablar de la corrupción: “Es la gangrena del pueblo”, dijo en Paraguay al improvisar durante su discurso.

Si bien Becciu estaba como segundo de la Secretaría de Estado del Vaticano desde la época de Ratzinger, Bergoglio lo mantuvo al acceder al Papado, sin alcanzarlo en la purga que realizó, y se convirtió en uno de sus principales asesores desde marzo del 2013 hasta que le pidió su renuncia en 2020. El hasta ese momento poderoso funcionario del Vaticano fue desposeído, además, de todos sus derechos cardenalicios por el Papa.

La investigación está actualmente en juicio, aunque Becciu negó cualquier acto indebido o delictivo y sostuvo que se defenderá de las acusaciones que afronta en los tribunales. “Su Eminencia se encuentra actualmente, en contra de su voluntad y en protesta por su máxima inocencia, bajo juicio en un proceso penal del Vaticano. Por lo tanto, está llamado a defender su honor y honestidad dentro del juicio antes que en cualquier medio de comunicación, siempre y cuando el juicio comience, luego de que los muchos errores procesales del Promotor de Justicia provocaron un retraso significativo en el tiempo, impidiendo así el derecho de un presunto inocente a ser juzgado en un plazo razonable”, respondieron los abogados de Becciu en respuesta a un cuestionario enviado por los periodistas de Suisse Secrets.

El propio Francisco relató en esa entrevista radial con la emisora española cómo fue el momento en que tomaron la decisión de dejar el caso en manos de la Justicia. “Todo empezó con dos denuncias de personas que trabajan en el Vaticano y que en sus funciones vieron una irregularidad. Hicieron una denuncia y me preguntaron “¿qué se hace?” Yo les dije: si quieren ir adelante tienen que presentarlo al fiscal. Era un poco desafiante la cosa, pero eran dos personas de bien, estaban un poco acobardadas y entonces como para darles ánimos metí mi firma debajo de la de ellos. Para decir: este es el camino, no le tengo miedo a la transparencia ni a la verdad. A veces duele, y mucho, pero la verdad es lo que nos hace libres”.

“Usted [el periodista] usó la palabra corrupción y en este caso a primera vista parece que la hay”, agregó. Cuando le preguntaron por la posibilidad de que aparezca un nuevo escándalo con los fondos del Vaticano, el Papa Francisco respondió: “Esperemos que estos pasos que estamos dando en la justicia vaticana ayuden a que cada vez menos sucedan estos hechos”, sostuvo.

El Pontífice había sido en ocasiones anteriores muy duro en su condena a la corrupción, a poco de asumir, “Nos hará bien volver a repetirnos unos a otros: ‘¡Pecadores sí, corruptos no!’”, sostuvo en un pasaje del libro “Sanar la corrupción” editado en 2013.

Una relación privilegiada

La relación entre el Vaticano y el Credit Suisse se remonta a mucho antes de la llegada de Jorge Bergoglio como Papa, en marzo de 2013. Durante las últimas nueve décadas, la Santa Sede operó cuentas bancarias y una cartera de valores en la sucursal Lugano del banco, que llegó a acumular casi 530 millones de euros.

Fruto de esa relación histórica, el Credit Suisse registra, al menos, una docena de cuentas vinculadas directa o indirectamente al Vaticano, según se desprende de los datos que integran Suisse Secrets, la investigación global que lideró el centro de investigación Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP). Este trabajo se basó en la filtración de cuentas de ese banco – el segundo de Suiza – a la que accedió el periódico alemán Süddeutsche Zeitung y compartió con 47 medios de todo el mundo, entre ellos, Infobae y La Nación por Argentina.

Según la auditoría del Banco del Vaticano, el Credit Suisse gestionó hasta el 77% de los fondos de la Secretaría de Estado en el caso de la inversión en el edificio de Harrods en Londres. Pero el rol del banco quedó al margen de la investigación y del proceso que se desarrolla actualmente en el Vaticano, y que va más allá de las responsabilidades de Enrico Crasso, el banquero que por cuenta de Credit Suisse mantiene relaciones con la Secretaría desde los años ‘90, de acuerdo a lo revelado por los medios italianos IRPI Media y La Stampa, que forman parte del consorcio periodístico que llevó adelante Suisse Secrets.

En aquel entonces, el cardenal Becciu era el responsable del manejo de las inversiones vaticanas, función que había comenzado a desempeñar en 2011, cuando aún estaba el Papa Benedicto XVI. La operación financiera, sin embargo, terminó mal y bajo sospecha. Becciu y otros nueve involucrados en la operatoria afrontan por esa maniobra un juicio que comenzó en julio del año pasado. Por el alto cargo que ocupaba el cardenal en la Secretaría de Estado del Vaticano y las acusaciones sobre malversación de fondos, Bergloglio se vio obligado a pedirle su renuncia en septiembre de 2020.

Ex prefecto de la Congregación para los Santos, los abogados de Becciu no respondieron las preguntas puntuales sobre las cuentas, el origen y el destino del dinero, argumentaron: “Toda la información recabada en el desempeño de sus funciones como funcionario de la Secretaría de Estado está amparada por secreto de oficina. Por lo tanto, Su Eminencia no puede, en esta conversación, confirmar o negar ninguno de los hechos relevantes que las preguntas conllevan. Al mismo tiempo, quiere subrayar su plena corrección en todas y cada una de las acciones emprendidas durante su servicio como sustituto de Asuntos Generales”. Y exhortaron a los periodistas a remitir sus preguntas a la Secretaría de Estado, “única Entidad que puede discutir lícitamente estos hechos”.

En una carta documento después de las primeras revelaciones de las cuentas del Vaticano en la investigación Suisse Secrets, los abogados de Becciu subrayaron que la cuenta bancaria en cuestión “no era suya”, sino una cuenta de la Secretaría de Estado del Vaticano. Además, destacaron que “la cuenta se abrió en 2002, nueve años completos antes Su Eminencia fue nombrado Sustituto de la Secretaría de Estado”, y reclamaron que la información publicada apuntaba “erróneamente a los lectores a concluir que fue su dinero el escondido en la cuenta, mientras que era del Estado del Vaticano”.

El Vaticano sí acusó, en cambio, a Raffaele Mincione, responsable financiero del fondo Athena que fue el que invirtió en el cuestionado desarrollo inmobiliario en Londres. Mincione fue investigado por fraude, malversación, abuso de autoridad, malversación y autolavado, pero los cargos fue retirados por cuestiones formales, aunque fue acusado nuevamente en enero de este año.

En respuesta a la consulta para Suisse Secrets, entre ellos los periodistas italianos de IRPI Media y La Stampa, desde WRM Group – su holding financiero-, se ampararon en lo que figura en los documentos del fondo Athena, según aseguraron: “Credit Suisse Ag confirma que ha cumplido con todas las obligaciones de diligencia debida aplicables (…) Ninguno de nuestros clientes invirtió en el fondo a través del fiduciario es un PEP, una persona o empresa con vínculo familiar o personal o empresarial con PEP”.

Hasta el momento, el banco suizo no enfrenta cuestionamientos por el escándalo que sacude al Vaticano, aunque podría afrontarlos en el futuro. Entre otros motivos, porque no consideró al cardenal como Persona Políticamente Expuesta (PEP), pese a manejar grandes sumas de fondos del Vaticano, y por ende, no aplicó todas las medidas exigidas en el proceso de debida diligencia.

“El Credit Suisse no es objeto de la investigación llevada a cabo por el Vaticano, pero está trabajando con las autoridades de conformidad con las normas aplicables”, indicaron desde el banco ante la consulta de los periodistas para esta investigación.

Mañana lunes 28, en tanto, en una audiencia del juicio, el cardenal Becciu y los otros nueve empresarios y funcionarios de la Curia romana acusados pedirán la nulidad del juicio por errores formales del fiscal. También cuestionarán que el fiscal haya solicitado al Papa – y obtenido- permisos especiales para, por ejemplo, realizar interceptaciones telefónicas, algo no previsto en la ley vaticana.

Las cuentas del Vaticano

La cuenta en el Credit Suisse se abrió mucho antes de que Bergoglio fuera elegido Papa en marzo de 2013, pero la operatoria bajo cuestionamiento judicial ocurrió durante sus primeros años en Roma y los coletazos penales llegan hasta hoy.

La relación entre el Vaticano y el Credit Suisse comenzó en 1930, cuando la entidad bancaria abrió una cuenta a nombre de la Santa Sede para que fueran ahí depositadas las “compensaciones” financieras que la Iglesia recibió del Estado italiano por los Pactos de Letrán, luego de su independencia de Italia como estado soberano un año antes. El banco incluyó al Vaticano entre sus “clientes especiales”.

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Según los datos contenidos en la filtración de Suisse Secrets, esa cuenta que hoy está implicada en la investigación judicial, hay otra cuenta del Vaticano en el Credit Suisse, abierta en 1996 y que llegó a tener más de 66 millones de francos suizos en abril de 2015, unos USD 70 millones.

Está a nombre de la empresa que controla todas las propiedades del Vaticano, la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), que tomó el control de la inversión tras el escándalo que le costó la cabeza al cardenal Becciu. Seguía activa al menos hasta 2016, según los documentos de la filtración a la que tuvo acceso Infobae.

Algunas de las cuentas en esa entidad bancaria arrastran cuestionamientos, como la abierta a nombre de la Secretaría de Estado de la Santa Sede en 2002, que llegó a tener 253 millones de francos suizos (unos USD 275 millones) en septiembre de 2014, para la época de la inversión inmobiliaria en Londres bajo investigación.

Esa cuenta bancaria figura a nombre de Becciu, Alberto Perlasca y Peter Bryan Wells, los tres salpicados por el escándalo. Perlasca, jefe de la oficina de inversiones en la secretaría de Estado, no figura entre los acusados porque los fiscales le concedieron en la práctica el tratamiento de “arrepentido” y su testimonio se volvió clave para la acusación.

Según la investigación, los donativos de la colecta anual conocida como el “Óbolo de San Pedro” fueron usados como garantía para suscribir ese préstamo con el Credit Suisse entre junio de 2013 y febrero del 2014, cuando Bergolio ya era Papa. Ese crédito por USD 242 millones que quedó bajo la lupa porque se invirtió en operaciones bursátiles y el lujoso emprendimiento inmobiliarios en Londres, a través del fondo de Inversión Athena Capital Global Opportunities Fund, basado en Luxemburgo, estado que es considerado un paraíso fiscal en el centro de Europa.

Según los datos contenidos en la filtración de Suisse Secrets, esa cuenta que hoy está implicada en la investigación judicial, hay otra cuenta del Vaticano en el Credit Suisse, abierta en 1996 y que llegó a tener más de 66 millones de francos suizos en abril de 2015, unos USD 70 millones. Está a nombre de la empresa que controla todas las propiedades del Vaticano, la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), que tomó el control de la inversión tras el escándalo que le costó la cabeza al cardenal Becciu. Seguía activa al menos hasta 2016, según los documentos de la filtración a la que tuvo acceso Infobae.
 

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