El mundo entero y particularmente América Latina y el Caribe están expectantes y en alguna medida temerosos y sumidos en cierto grado de incertidumbre por el inicio de la gestión de Donald Trump como el cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos.
Los cambios de gobierno, sobre todo cuando pasan de un partido a otro, en este caso de una gestión demócrata de ocho años que encabezara Barack Obama por una administración republicana, siempre han generado expectativas por la influencia geopolítica que ejerce los Estados Unidos.
Sin embargo, en esta oportunidad la espera y seguimiento a la forma en que se manejará Trump y su equipo de colaboradores en la Casa Blanca es mayor y ha estado cargada de tensiones, aprensiones, dudas y serios interrogantes por tratarse de un presidente que de palabras y actuación ha roto todos los esquemas hasta ahora conocidos en la historia política de un jefe de estado en EE.UU.
Paradójicamente, gran parte de esos temores se han incubado en el seno del propio Partido Republicano, que utilizó de plataforma electoral pero con el cual ha mantenido serias diferencias de criterio, al punto que desde su seno se intentaron maniobras, primero para torpedear su candidatura presidencial y luego para estropear o deslucir su ascenso al poder.
La llegada de Trump plantea también serios retos en política doméstica, principalmente por su anunciado propósito de endurecer las políticas de control migratorio que podrían determinar una política de deportación masiva de indocumentados, que de cumplirse afectaría a los dominicanos pendientes de regularizar su estatus legal.
La eventual revisión, reforma o anulación por vía administrativa de los tratados comerciales suscritos con sus socios en América Latina y otros cambios que Trump podría introducir en las relaciones con los socios de EE.UU. en el hemisferio, también son objeto de gran preocupación por sus efectos económicos y sociales.
Existe además una inquietud de una trascendencia global, en vista de las medidas que Trump y su equipo podrían aplicar en política exterior y que en adición a la economía, indudablemente repercutirían en materia armamentista en el escenario mundial donde Estados Unidos mantiene tropas y armamentos.
Las relaciones que mantendrá con Rusia, China y otras potencias, principalmente las europeas, será determinante para establecer el impacto que las acciones de Trump podrían tener en el anhelo de un mundo estable, con menos guerras y más seguro, sin amenazas del terrorismo y los trastornadoras elementos provocados por la desigualdad social y las luchas de poder.
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