Grandes expectativas se han creado en el escenario nacional en torno a lo podría ser este miércoles el día D en un tema crucial para la gobernabilidad y la coexistencia libre y respetuosa entre las diferentes fuerzas políticas del país con vista a las elecciones del 2020.
Luego de un sinnúmero de especulaciones, de nombres barajados en ternas y tras bastidores, el anuncio oficial de la forma en que estará integrada la nueva Junta Central Electoral puede despejar dudas, llevar tranquilidad o acrecentar incertidumbres.
Conociendo los intereses en juego y la forma no siempre diáfana en que en este país se manejan los asuntos institucionales, es ingenuo pensar que finalmente se impondrá el interés general y que las diferentes fuerzas partidarias actuarán dejando de lado apetencias grupales.
Sin embargo, en aras del sosiego público y del supremo interés de que se puedan abordar temas fundamentales, fuera de la política electoral, a fin de impulsar el desarrollo y garantizar la paz social, es de esperar que en alguna medida la nueva Junta satisfaga las aspiraciones de credibilidad y confianza.
Fuera de currículum, biografías e historiales, la honorabilidad e integridad de los nuevos miembros de la Junta tendrá que ser demostrada con actuaciones justas, diáfanas y responsables para el fortalecimiento de la democracia y de los procesos electorales. La opinión pública y la ciudadanía en general estarán pendientes de sus actos y ejecutorias.