Es un misterio para mí que ningún Gobierno decida utilizar la más eficaz herramienta a su disposición para combatir la corrupción, estatal y privada. Los propios políticos, estén arriba o abajo, insisten en preferir y defender las declaraciones juradas que presentan funcionarios que administran fondos públicos. Ello sólo basta para ponerse chivo.
Algunos alegan un patrimonio neto de cientos de millones. Otros se “chiquindolean”; dan ganas de mandarles alguna ayudita. Quizás para solucionar las dudas, o el abuso de estas declaraciones para acomodar mentiras o disfrazar verdades, lo mejor sería eliminarlas por inútiles. Simplemente deberían bastar las declaraciones del impuesto sobre la renta. Así es como lo hacen en los Estados Unidos y la Unión Europea.
No se trata de lo que usted alegue tener o no tener, sino de cómo cumple usted con sus obligaciones tributarias, según su estilo de vida, sea pelotero, médico o empleado. Con la excelente labor de casi todos los directores de la DGII en las últimas décadas, no debería ser muy difícil, pero sí incómodo.
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