Falsos e insensibles

 

Desde tiempos inmemoriales los mayores, o sea gente de edad que con el paso del tiempo y de vivencias acumula sabias experiencias, han proclamado que cualquier predicamento, por válido que sea en sí mismo, tiene que apoyarse en el ejemplo propio del que propone y traza pautas en cualquier tema.

En efecto, es muy cómodo y hasta poco o nada serio sugerir a otros y más que eso, tratar de imponer medidas en cuestiones en que el sugerente no cree o que sencillamente no practica en su ámbito, porque se considera situado en una posición de excepción.

Decimos esto a propósito de los aires de intolerancia y nada humanitarios que soplan en naciones desarrolladas contra inmigrantes pobres y desprotegidos que luchan por una mejor suerte y que en ese legítimo esfuerzo hasta se exponen a perecer.

Es una afrenta para la conciencia de humanidad sensible y con vocación solidaria que supere 2,000 la cifra de inmigrantes que han perecido este año en el intento de llegar desde Africa a las costas europeas.

Un inmigrante sobreviviente a una peligrosa travesía en el mar ilustró dramáticamente su drama, el mismo vivido por cientos de compañeros, al afirmar que el viaje había sido un infierno, pero que tuvo término, a diferencia de lo que ocurría en su país de origen, donde la precariedad y la indefensión eran una trastornadora condición de su vida en todos y cada uno de sus días, sin que pudiera aflorar una señal de esperanza provechosa.

Mientras los inmigrantes claman por ayuda y comprensión,

Donald Trump, aspirante a la candidatura presidencial por el Partido Republicano, se ha destapado con una declaración que revela su mentalidad implacable, al afirmar que de llegar a la Casa Blanca obligaría al gobierno de México a pagar por elevar un odioso y ofensivo muro en la frontera con Estados.

“Les voy a decir, ‘México, ¿sabéis qué? Esto no puede continuar. Vais a pagar por el muro. He dicho que van a pagar y lo pagarán”, fue la tajante declaración de quien aspira a suceder a Barack Obama.

Como refiere un reciente trabajo publicado por el periódico El País, “las respuestas virulentas a la inmigración ilegal brotan en más de una esquina en la Unión Europea¨.

Otra ofensa contra los derechos humanos está en marcha con el anuncio del Gobierno de Hungría, de que acelerará la construcción de una valla de 175 kilómetros y cuatro metros de altura a lo largo de la frontera con Serbia para frenar la inmigración ilegal.

En el Reino Unido y tras llamar despectivamente “enjambre a los inmigrantes, el primer ministro David Cameron ha advertido que los sin papeles serán expulsados de su territorio “para que la gente sepa que no es un refugio seguro” o un destino de acogida.

Para lograr ese objetivo, Inglaterra está dispuesta a hacer cuantiosas inversiones en colaboración con Francia, cuyos gendarmes han tenido que ser apostados en la entrada del eurotúnel de Calais, provocando un caos en el tránsito.

Ante el alud migratorio, la posición de Cameron se ha tornado aún más radical, ya que ha amenazado con aplicar drásticas medidas mediante una nueva ley que contempla penas de hasta cinco años de cárcel a los caseros  que se nieguen a expulsar a los inquilinos indocumentados.

Como se ve, es poca o casi nula la intolerancia o receptividad de estas grandes naciones frente a la desdicha de los inmigrantes que claman por amparo humanitario y que como respuesta reciben solo indiferencia, mientras se ignora de forma olímpica el mandamiento bíblico de “amar al prójimo como a ti mismo”.