Cuando el Presidente Leonel Fernández termine de reflexionar, informaría a los adulones, oportunistas, admiradores, farsantes y temerosos de perder su protección: “Excúseme de nuevo, pero lamento comunicarles que es el momento de darle la oportunidad a otro compañero o compañera”.
Sagaz, inteligente, catedrático, trabajador, dichoso, carismático, demócrata consentidor hasta rabiar, tres veces ganador en primera vuelta de la Presidencia, joven aún, debería saber más que cualquiera que no es su momento, aunque le encante “el carguito”.
Los vericuetos legales que él tendría que desafiar, la desnutrición económica de largo aliento que sufre la gran mayoría de los dominicanos, el rechazo de sus adversarios internos (danilistas, sobre todo) y la fuerza creciente del poderoso Partido Revolucionario Dominicano, quizás ya lo han convencido de la esterilidad de su postulación. Demasiados indicadores en contra, a pesar de encuestas.
Una señal ominosa, entre muchas: en el proceso electoral de febrero-marzo para elegir a las autoridades de una universidad estatal dominada por el partidismo político, un segmento danilista y funcionarios gubernamentales con membrete falso de leonelistas, prefirieron a los candidatos contrarios a la línea que, para ellos, había bajado Palacio a través del influyente Felix Bautista. Y lo hicieron lejos de convicciones ideológicas y académicas. El objetivo: demostrar que con ellos hay que contar, que podrían orientar el fiel de la balanza y que no aceptarían otro candidato que no sea Danilo Medina.
Pese a que el poder sigue a su lado, Fernández no podría en esta ocasión atraer a las huestes de su principal adversario interno, como lo hizo tras las primarias internas de 2007 cuando Medina, al aceptar la derrota, declaró que “el Estado me ha ganado”. Al parecer, en esta ocasión, éste ha trabajado como para no quedarse “tranquilo”. Nadie descarte entonces que, de ser aplastado otra vez, más temprano que tarde sea el candidato presidencial de alguna fuerza emergente.
Con ese panorama, un Fernández candidato y con el desgaste de tres períodos como mandatario, perdería el certamen del 20 de mayo de 2012, que se presume reñido, o por lo menos tendría serias dificultades para ganarlo. Un riesgo muy alto.
Pero también se las vería mal Danilo, quien no ha podido borrar las cicatrices de las peligrosas heridas provocadas a sus contendores con sus breves palabras tras las internas pasadas. Ni podría borrar las debilidades del Gobierno; por ejemplo: corrupción y crisis económica grave con anuncios de austeridad, las cuales han sido muy bien inculcadas en las mentes de los electores por parte del PRD y aliados externos. Solo el desaforado discurso de algunos dirigentes perredeístas, quienes ya adelantan con encarcelar a Fernández y a sus cercanos colaboradores, si ganan, obligaría a Leonel a “tirar todos los hierros” a favor de una candidatura del sanjuanero Medina, a menos que haya una garantía de “borrón y cuenta nueva para todos”.
A poco más de un año de las presidenciales, aunque con un partido blanco despedazándose en una guerra fratricida, el panorama luce sombrío para la organización oficialista, y de paso se han desvanecido las probabilidades de convertir a la provincia Pedernales en “una tacita de oro” como prometió Fernández en 1996.
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