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Fe y Vida: “Consejos para el Matrimonio”

Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.

Una vez se le preguntó a uno de los Santos de nuestros días, San José María Escrivá de Balaguer sobre el matrimonio y como ser feliz en el mismo y contestó lo siguiente: “Que se quieran mucho. Y que sepan que a lo largo de la vida habrán riñas y dificultades que, resueltas con naturalidad, contribuirán incluso a hacer más hondo el cariño”.

San José María Escrivá de Balaguer, fue el fundador del Opus Dei, en el 1928 y fue canonizado por el Papa Juan Pablo II, el 6 de Octubre del 2002, es por eso que le llamo el Santo de nuestros días.

Cada uno de nosotros tenemos nuestras “cadaunadas”, venimos de familias y hogares totalmente diferentes. Tenemos nuestros caracteres, nuestros propios gustos, nuestros genios personales; nuestro mal genio y nuestros defectos y virtudes. Contamos también con muchas cosas agradables en nuestra personalidad, y por esa y por muchas otras razones se nos puede querer. Se dice que para bailar se necesitan dos personas, lo mismo para la convivencia, esta es posible cuando cada cual trata de enmendar o corregir sus propias deficiencias y defectos, y procura pasar por encima de las faltas de su conyugue, y sobre todo cuando existe el amor, que es capaz de superar y anular todo lo que falsamente podría ser un motivo de separación.

Ahora, si los pequeños altercados y los pequeños problemas no se resuelven diariamente y cada cual comienza a echarle en cara en cara al otro sus defectos y equivocaciones, esto da comienzo a que se acabe la paz y así se corre el riesgo de que el amor y el cariño comiencen a matarse y mueran. Lo importante en cada matrimonio es que no se pierdan el respeto mutuo, que siempre exista la comprensión, la convivencia, la paciencia, el buen humor, el perdón, y la delicadeza en el trato mutuo, el matrimonio es una calle de dos vías. Que no se dejen abandonar, que no se dejen que el nerviosismo los domine, que no se dejen llevar por el orgullo y las manías personales, tenemos siempre que recordar que venimos de dos hogares que tienen diferentes costumbres y hasta de diferentes culturas, lo importante es que se crezca unido y crecer mutuamente en vida interior.

Si alguien asegura que le es difícil aguantar esto que está pasando, bien sea esto o aquello. O que le resulta imposible el callar, está mintiendo y exagerando, pues quiere justificarse. Hay que sacar fuerzas de donde no hay, pedírsela a Dios de donde proviene toda fuerza. Tenemos que aprender a dominar nuestros propios caprichos. Tenemos que pedir la gracia, para tener el dominio de nosotros mismos. Pues podemos enfadarnos y el peligro de enfadarse es que se pierde el control y se pueden decir palabras que no quisiéramos decir y con las cuales ofendemos, aunque tal vez no quisiéramos hacerlo así.

Por eso es preciso el aprender a callar, muchas veces hay que morderse la lengua, pues uno quisiera decir las cosas como son, pero hay que aprender que si no se va a decir algo positivo y optimista, es mejor callarse la boca. Cuando el conyugue se enfada, cualquiera de los dos es mejor esperar pacientemente hasta que llegue de nuevo la serenidad, es muy fácil que cualquiera de los dos en ese caso esté de mal humor por lo sucedido.

Algo que tenemos que aprender es a pedir perdón, aunque nos cueste un poco de trabajo, esa es la mejor manera de terminar con un enfado, y se llega a la paz, no es bueno que vivamos de problema en problema, pues esto va en detrimento del amor que un día nos juramos.

Otra cosa que es bien importante es acostumbrarnos a pensar que no siempre tenemos la razón. A veces nos creemos que tenemos la razón, pero es mejor pensar dos veces antes de dar una opinión o decir que estamos seguros de tenerla. Es mejor a veces el perder una batalla y no ganarla, que perder la paz en el matrimonio. “Gota a gota se llena la vasija”, y eso puede pasar en nuestro matrimonio, puede uno o el otro llegar a cansarse.

El último consejo es que no peleen nunca, pero nunca, en frente de los niños. Es cierto que todos los matrimonios tienen sus discusiones o peleas, pero arréglenlo todo donde los niños no estén oyendo. Si uno de los conyugues dice que sí y el otro que no, porque tienen sus diferencias, arréglenlo a solas y nunca delante de los niños.

Recuerden siempre: “Los problemas del matrimonio se arreglan en el matrimonio”, nunca le cuentes a terceras personas lo que está sucediendo entre ustedes, ni aun a la familia, porque la familia de ella tirará para el lado de ella y la tuya para ti.

Termino con este pedazo de la Primera Carta se San Pablo a los Corintios, Capitulo 7, Versículos 3 y 4 que dice así: “Y tanto el esposo como la esposa deben cumplir con los deberes propios del matrimonio. Ni la esposa es dueña de su propio cuerpo, puesto que pertenece a su esposo, ni el esposo es dueño de su propio cuerpo, puesto que pertenece a su esposa”.

Hasta la próxima semana y muchas bendiciones para todos.

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