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Fe y Vida: “Doctoras”

Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.

Vivimos en un mundo que el que no tiene un título no es muy codiciado para trabajar. No importa cuánto tú sepas, si no tienes un título, no te ocupan en un buen puesto. Ocupan a aquellos que tienen un título aunque no sepan nada, yo siempre digo que prefiero hacerme una cirugía con un médico que haya hecho cientos de ellas, que con aquel médico que tiene muchos títulos en su oficina colgados pero que no tiene la práctica. Yo conozco a muchas personas que no tienen título alguno, pero saben más que aquellos que lo tienen y han estudiado para obtenerlo. Conozco algunos que han pasado por la universidad, pero la universidad no ha pasado por ellos. En mi país natal se decía: “Que el portero de la Universidad llevaba 40 años en la misma, pero no sabía leer, ni escribir”

Como todo aquí es cuestión de títulos, porque tanto tienes, tanto vales, y no deber ser así, porque las personas se catalogan por su honestidad, seriedad, y honorabilidad. Me ha tocado conocer a muchísimas personas muy honradas, serias y honorables y no tienen título alguno, sin embargo he conocido personas que tienen varios títulos y son altaneras, malas personas y son personas de dudosa ortografía, quiero decir con esto que no son nada honorables y que han conseguido lo que tienen deshonestamente.

Hace unos días llegó a mis manos algo que hablaba de la mujer, de aquella que es esposa, madre, amante, hija, y muchas otras cosas más, y que es tan maltratada y vejada hoy en día por aquellos que se llaman sus esposos y son los padres de sus hijos, y yo he querido compartirlo con ustedes, y dice así: “Un cierto día, una mujer llamada Anne fue a renovar su permiso o licencia de conducir. Cuando le preguntaron cuál era su profesión, ella dudó. No sabía muy bien como clasificarse. El funcionario insistió: Lo que le pregunto es si tiene un trabajo. Claro que tengo un trabajo, exclamó Anne. Soy esposa y madre. Nosotros no consideramos eso un trabajo. Voy a anotar aquí ama de casa, le dijo el funcionario fríamente. Una amiga suya llamada Marta supo lo ocurrido y pensó al respecto durante algún tiempo. Un día, Marta se encontró en una situación similar. La persona que la atendió era una funcionaria de carrera, segura y eficiente. El formulario parecía enorme, e interminable. La primera pregunta era: ¿Cuál es su trabajo? Marta pensó un poco y sin saber bien cómo, respondió: Soy doctora de desarrollo infantil y relaciones humanas. La funcionaria hizo una pausa al leer lo que Marta había escrito. Después de leer todo, la funcionario quiso indagar. Puedo preguntar, ¿Qué es lo que usted hace exactamente? Sin una pizca de agitación en la voz, y con mucha calma, Marta explicó: Desarrollo un programa a largo plazo, dentro y fuera de casa. Pensando en su familia, continuó: Soy responsable de un equipo con el que tengo 5 proyectos en marcha. Trabajo en régimen de dedicación exclusiva. Paso 14 horas al día en ellos y a veces llego a las 24 horas. A medida que ella iba describiendo sus responsabilidades, Marta notó el creciente tono de respeto en la voz de la funcionaria. Cuando regresó a su casa fue recibida por todo su equipo: Su esposo, una niña de 13 años, otra de 7, y otra de 3. Subiendo a las alcobas de la casa, pudo escuchar a su proyecto más nuevo: Un bebé de siete meses, probando una nueva tonalidad de voz. Feliz, Marta tomó al bebé en sus brazos y pensó  en la gloria de la maternidad, con sus múltiples responsabilidades y horas interminables de dedicación. ¿Mamá dónde está mi zapato? ¿Mamá, me ayudas a hacer el lazo? Mamá, el bebé no para de llorar. ¿Mamá, me vienes a buscar al colegio? ¿Mamá iras mañana a mi función? ¿Mamá vas de compras? Al poco rato escuchó la voz de su esposo que le pedía que le buscara algo. Se sentó en la cama y pensó: En verdad yo soy doctora de desarrollo infantil y de relaciones humanas”.

Todas las mujeres, madres, esposas, amigas y compañeras son doctoras del arte de hacer la vida mejor. Vuélvete una especialista en el arte de amar, no te preocupes tanto por no poder darle a tu esposo e hijos lo mejor de todo. Dales lo mejor de ti.

Termino el Versículo 4, del Capítulo 3, de la Primera Carta de San Pablo a Timoteo que dice: “Un hombre que sepa dirigir su propia casa y cuyos hijos le obedecen y respetan”.

Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.

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