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Fe y Vida: La Generosidad

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Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.

Si nosotros nos fijamos, muchísimas personas tienen más de lo que necesitan para vivir, incluyéndonos a nosotros mismos. Hay un gran valor en la generosidad y consiste en dar a los demás más allá de lo que a nosotros nos corresponde por justicia y obligación. Cuál es la definición de la palabra generosidad, es darse, es un servir con un auténtico desprendimiento sin esperar nada a cambio, buscando así el bien de los demás. Ser generoso es ser grande, y enriquece a la persona que lo es, porque nada te hace más humano que tener la capacidad de desprenderte de ti mismo para así compartir con los demás.

Cuando una persona es generosa piensa en repartir aquello que tiene con otros menos afortunados, se olvida del egoísmo, no espera a que alguien le diga: “Oye te necesito”, se muestra con entusiasmo y se entrega desde el principio hasta el fin, piensa en lo maravilloso que es poder ayudar a otros y agradecer a Dios la oportunidad que nos da de poder servir.

Se aprende a ser generoso desde pequeño, y esa es una obligación de los padres, enseñar al niño a compartir una prenda de ropa, un libro, la comida, su compañía y conversación, porque estas pueden ser de gran ayuda para otros. Para conseguir que los niños sean generosos, es necesario educarlos en este valor poco a poco, y son los padres los que tienen el deber de motivarlos a seguir con estos actos generosos. Pero deben los padres predicar con el ejemplo, que sus hijos vivan en el hogar un ambiente de participación y servicio a los demás.

Quiero contarles una fabula o cuento, porque detrás de cada uno de ellos hay una enseñanza: “Cuentan que en algún lugar de norte de Europa vivía el conde Walsseg, dueño de una enorme fortuna, entre sus bienes se contaban casa, tierras y animales. Sus negocios lo obligaban a viajar con frecuencia y solía llevar consigo una bolsita con una importante cantidad de monedas de oro. Una vez se le perdió en el camino, pero como llevaba mucha prisa no se detuvo a buscarla.

A la orilla de ese camino vivía Roderick, un hombre muy pobre, dentro de su modesta choza en la que apenas tenía lo necesario. Una mañana que salió a buscar algunas hiervas para comer, se encontró la bolsita llena de relucientes monedas. En el pueblo cercano preguntó si no sabían quién era su dueño, pues quería devolvérselas. No logró saberlo. Espero varios meses a que apareciera el propietario. Como nadie llego a pedírsela, después de un año pensó que podía usar las monedas sin sentirse culpable por hacerlo. Con ellas compró una granja y le regalo su chocita a un pobre hombre que no tenía dónde dormir. Mediante su esfuerzo la finca fue prosperando poco a poco. Llegó a ser una de las más hermosas y productivas de la región; contaba con lechones, pollitos y vacas que producían abundante leche. Pasaron varios años. Una tarde el conde Walsseg andaba por el mismo camino. Como se hacía de noche se acercó a la finca y preguntó si podía quedarse allí. Roderick lo invito a pasar, le asignó una habitación y le propuso que cenaran juntos. Animados por el calor de la fogata y una jarrita de vino comenzaron a charlar. El visitante, admirado por el orden y riqueza de la finca, le preguntó cuándo y cómo la había comprado. La adquirí hace varios años gracias a una pequeña bolsa de monedas de oro que encontré en el camino. Nunca pude hallar a su dueño explico Roderick. ¿Cómo era esa bolsa? Preguntó el visitante. Pequeña de piel marrón, con un lazo…!Espere! ¡Voy a buscarla para mostrársela! Al verla el conde reconoció que era la bolsa perdida años atrás y se lo informó a su anfitrión.

Entonces toda esta finca le pertenece a usted. Con gusto se la puedo entregar, dijo Roderick. No querido amigo. Eres un hombre trabajador y honrado que supo aprovechar bien ese hallazgo y se merece lo que tiene. Disfrútalo asentó Walsseg antes de despedirse.

Quiero dejarles algunas frases que dijeron personas que fueron muy famosas en su tiempo, dijo Euríspides: “Para las almas generosas todas las tareas son nobles” “Nadie tiene más amor que el que da su vida por los que ama”, dijo Paul Claudel. “La generosidad no consiste en que me des algo que yo necesito más que tú, sino en darme algo que tú necesitas más que yo”, dijo Gibrán Khiail Gibrán. “El regalo más grande es dar parte de ti mismo”, dijo Ralph Waldo Emerson.

Termino con el Versículo 7 de la Segunda Carta de San Pablo a los Corintios, Capitulo 9 que dice así: “Cada uno de según lo decidió personalmente, y no de mala gana o a la fuerza, pues Dios ama al que da con alegría”.

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