REDACCIÓN.- Tras años de trabajo en la crianza y ordeña de cabras para elaborar quesos y dulces artesanales, una pequeña finca logró superar la parálisis económica durante la pandemia y logró reinventarse al convertirse en un importante atractivo ecoturístico y experiencia campirana en la provincia Azua.
Aunque la granja Capraleche comenzó su trabajo para rescatar y reproducir las escasas cabras lecheras que había en el país, ahora la finca ubicada en la comunidad de Hatillo cuenta con unas 280 cabras y ofrece una experiencia educativa y sensorial para toda la familia.
“Las personas vienen los fines de semana, los recibimos, les damos un tour… los pequeños pueden darle un biberón de leche, pueden jugar con ellos”.
El proyecto se inició hace casi seis años cuando la pareja compuesta por Nieves Segura y su esposo, Daniel Costache, un inmigrante rumano, comenzaron la compra de las primeras 50 cabras, localizadas en HigÜey, Bonao, Jamao al Norte y Santo Domingo.
“Nosotros fuimos identificando dónde quedaban animales de esa genética lechera que es la raza alpina francesa entonces comenzamos nosotros a multiplicar los animales trayendo machos importados de Estados Unidos”
Fue así como con tan solo tres meses de nacido fue traído al país Dexter (¿DEXTER ES HEMBRA O MACHO), que es a sus tres años es ahora el ejemplar más famoso de la finca y ha tenido 150 crías.
“Básicamente los primeros tres años lo que hicimos fue multiplicar animales que nos permitiera tener un pie de cría nuevo de cabras jóvenes productoras para entonces comenzar a procesar lo que son los lácteos”
La producción de Capraleche ya alcanza los 170 litros de leche al día, con dos ordeñas diarias.
“El proyecto Caprache es un proyecto 100 por ciento orgánico, nosotros sembramos la comida de nuestros animales, el mismo estiércol lo usamos como abono en el campo y la leche de los animales nosotros la procesamos en queso y dulce de leche”
Como la pandemia obligó al cierre de negocios a los que la finca vendía sus productos, la graja tuvo que reinventarse y así abrió sus puertas al público, pero ya no vender leche, sino como atracción turística.
“Fue como un tren de alarma velocidad que comenzó a llegar gente y nosotros no teníamos la finca preparada como para recibir a tantas personas, hoy de hecho la finca tiene como cuatro meses cerrada porque estamos haciendo unas nuevas áreas para poder recibir a las personas”
A fin de impulsar el proyecto caprino lechero, el Banco Agrícola les facilitó un préstamo de 25 millones de pesos. Mientras que en marzo, la finca participó en la Feria Agropecuaria Nacional que se desarrolla en la ciudad ganadera de esta capital.