El colega Salvatore Cernuzio, de Vatican News, resumió en la entrada de un escrito lo que fue en vida el papa Francisco. Aquí lo reproduzco:
“El Papa Francisco fue el primero en muchas cosas. El primer Papa jesuita, el primer Papa originario de América Latina, el primero en elegir el nombre de Francisco sin un numeral, el primero en ser elegido con su predecesor aún vivo, el primero en residir fuera del Palacio Apostólico, el primero en visitar tierras nunca antes tocadas por un Pontífice -desde Irak hasta Córcega-, el primero en firmar una Declaración de Fraternidad con una de las principales autoridades islámicas. También fue el primer Papa en dotarse de un Consejo de Cardenales para gobernar la Iglesia, en asignar funciones de responsabilidad a las mujeres y a los laicos en la Curia, en lanzar un Sínodo que implicaba por primera vez al Pueblo de Dios, en abolir el secreto pontificio para los casos de abusos sexuales y en suprimir la pena de muerte del Catecismo. Primero, una vez más, en dirigir la Iglesia mientras en el mundo no hace estragos ´una´ guerra, sino muchas guerras, pequeñas y grandes, libradas ´a pedazos´ en los distintos continentes. Una guerra que ´siempre es una derrota´, como repitió en los más de 300 llamados, incluso cuando le faltaba la voz, que ocuparon todos los últimos pronunciamientos públicos desde el estallido de la violencia tanto en Ucrania como en Medio Oriente”, escribió el periodista destacado en El Vaticano.
En resumen, Francisco dejó un legado gigantesco. No hay duda alguna de ello. Su rol en la historia será mucho más recordado que su predecesor, el innombrable que tuvo que, de manera sin precedentes, dejar el puesto en vida ante los escándalos de pedofilia que sacudieron la institución.
Francisco manejó la Iglesia católica al modo del populacho, como era él en el fondo. Inyectó a la arrogante Curia un aire de informalidad que no siempre fue entendido, pero que acercó la institución a la gente, cosa que no sucedía desde que falleció Juan Pablo II.
Se le quedaron varios temas por atender. Las sombras de la pedofilia, los abusos sexuales y los manejos cuestionables de las arcas del Vaticano no pudieron ser disueltas del todo bajo su mandato. Vio cómo su mediación en diversos conflictos globales se vino abajo por la indiferencia de las ideologías a la necesidad de paz, mientras no consiguió avanzar su agenda progresista a un nivel revolucionario, como hubiese querido.
Pero Francisco puede ser calificado como un gran Papa, porque se lo ganó, sobre todo al conseguir el amor y la admiración de la gente, incluso de aquella que no era de su religión. En lo personal admiraba su inteligencia y me caía bien por su picardía. Tuve la oportunidad de cubrir sus pasos en Cuba y me encantó escucharlo en vivo, a pesar de que no soy un creyente activo.
Y creo que lo voy a extrañar porque, además del legado, Francisco dejará un vacío que me preocupa. Las fuerzas de la ultraderecha andan a toda máquina haciendo movidas para sentar en el trono de San Pedro a un ultraconservador, que respaldo sus visiones fascistas y que eche hacia atrás los avances hechos por el sacerdote argentino.
Esa sería una desgracia, porque la Iglesia peca de eso, de impedir el avance y de amar quedarse en sus visiones milenarias retrógradas de lo que debe ser el mundo.
Esta elección de Sumo Pontífice nuevamente encontrará de frente a los bloques conservadores y liberales en la Iglesia. No será un mero choque ideológico interno en el Cónclave. Allí se desatará una lucha de poder que intentará colocar en el poder a un afín a los intereses de Donald Trump y su ideología de ultraderecha global. Esperemos que eso no ocurra, porque si bien en la Iglesia católica liberales consumados no hay, por lo menos sí existen algunos reformadores, y necesitamos uno de esos haciendo contrapeso a esa ultraderecha demente que intenta destruir la libertad en el mundo. Como dirían los creyentes, oremos.