Si las prácticas fraudulentas para obtener un título profesional, lograr una promoción, ganar un concurso o de alguna forma derivar una ventaja o un beneficio inmerecido es siempre condenable, mucho más resulta en el campo de la Medicina, donde entran en juego la salud y la vida de los pacientes.
Acaba de ocurrir en el recién celebrado examen de residencia médica efectuado por la UASD, donde de un total de 4 mil 734 solo pudo aprobar el 20 por ciento, es decir uno de cada cinco aspirantes. Comentando el resultado, en su columna del Diario Libre de este día, Nelson Rodríguez, lo considera un indicativo de lo mal que anda la educación superior en el país, recordando al efecto que con anterioridad de 54 mil postulantes al concurso de oposición para cubrir plazas en el sector docente, casi el 80 por ciento “se quemó”, es decir una proporción similar a lo ocurrido ahora con las residencias médicas.
Pero si ya de por sí motiva es suficiente motivo de preocupación en tanto sirve de evidencia del cuestionable nivel de preparación de los que no pudieron superar el examen en una profesión tan delicada y exigente como el ejercicio de la Medicina, mucho más lo es el hecho de que tres de los participantees están siendo investigados dado que fueron sorprendidos portando dispositivos tecnológicos, confesando que llegaron a pagar hasta 110 mil pesos a cambio del examen, que se comprobó era precisamente el mismo que se estaba impartiendo. Tomados en falta, queda ahora por averiguar como y quien filtró la prueba.
Lamentablemente no es un caso único, singular ni primerizo en el campo de la Medicina.
Oportuno recordar que a mediados del pasado año, un serial de reportajes de investigación llevado a cabo por la periodista Altagracia Ortíz, quien con amplia experiencia en la materia, cubre de manera eficiente el área de la salud para el matutino Hoy, divulgó el hecho no menos preocupante de que varios médicos, con el mismo propósito, presentaron trabajos científicos supuestamente como de su autoría pero que en realidad eran copiados de revistas especializadas publicados bajo la firma de sus autores reales.
Con los responsables debidamente identificados y puestos sus nombres a conocimiento del Colegio Médico Dominicano, salió a la luz que era una práctica de recurrencia que venía sucediendo desde mucho antes, sin que jamás se hubiera aplicado ningún sanción ni correctivo.
Tal parece que ha seguido ocurriendo, ya que pese al tiempo transcurrido no ha trascendido que los responsables del fraude hayan sido penalizados, lo que es de temer posiblemente ocurra también en el presente caso.
La gran interrogante es…¿Qué grado de confianza puede brindar quien vale calificar de supuesto médico, en tanto es imaginar que al acudir a estas prácticas fraudulentas, carece de la competencia y los conocimientos requeridos para manejar la salud de un paciente?
¡Penoso ejemplo en tan noble ejercicio como el de la Medicina donde en el país tenemos contamos con tantos exponentes de tan altos méritos y probada calificación que son un motivo de orgullo para la clase médica!