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Batalla Electoral 2024

Frente a la mano abierta, el puño cerrado

El presidente Medina ha ignorado, con ostensible desdén, la actitud de cooperación que, como una mano extendida, le han mostrado los principales líderes del campo opositor.

Rafael Chaljub Mejía

El presidente Medina ha ignorado, con ostensible desdén, la actitud de cooperación que, como una mano extendida, le han mostrado los principales líderes del campo opositor.

El licenciado Luis Abinader ha propuesto un acuerdo con las autoridades para combatir el coronavirus, mientras el doctor Leonel Fernández, ha dicho estar en disposición de diálogo,  aunque aclaró  correctamente que, en todo caso, es al presidente a quien corresponde convocarlo.

Ambos candidatos han propuesto que la lucha contra la pandemia se libre en base a un compromiso de cooperación  de todos los sectores con las autoridades a la cabeza. Esa buena actitud ha sido menospreciada desde el gobierno, y en su más reciente alocución, el presidente Medina apenas alcanzó a hacerle un lacónico y seco reconocimiento “a los partidos”, así, en sentido general.

El presidente se contradice. Llama a todos los sectores, sin banderías políticas, a luchar  juntos contra el coronavirus, pero en los hechos asume una actitud sectaria. Inadmisible.  Abinader y Fernández representan, respectivamente, porciones importantes de la sociedad y no tiene sentido pretender tratarlos como dos sujetos indignos siquiera de un gesto de mera cortesía democrática.

Este es un momento político muy delicado. Hay unas elecciones debidamente convocadas para el 5 de julio y para crear las condiciones indispensables para que se realicen, hay que controlar el coronavirus. El gobierno ha hecho esfuerzos pero en solitario y no ha podido. Entonces se demanda de un compromiso común que ponga en juego voluntades, capacidades y recursos mucho mayores que los desplegados hasta la fecha.

Asimismo, hay un término constitucionalmente establecido y las autoridades actuales cesan ineludiblemente el 16 de agosto. En este aspecto no valen las especulaciones ni los intentos de retorcer las leyes.

Por las especialísimas circunstancias en que ese ineludible cambio de gobierno tendrá que producirse, habrá que arribar a determinados acuerdos. Desde acordar en común y sin imposiciones  las condiciones mínimas y el protocolo para las elecciones, hasta en previsión de cualquier situación que eventualmente pudiera presentarse. Es preciso crear el clima para esos diálogos y el jefe del Estado es el más obligado a propiciarlo. Hacer como hasta ahora  es jugar  al salto al vacío, al riesgo de que a la crisis sanitaria se le agregue una crisis política que puede volverse inmanejable. La oposición ha tendido su mano y el presidente no puede seguir con el puño cerrado.

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