UNO
La sociedad dominicana es tan históricamente recurrente que no hay una tarea más agotadora que la de ser original alentando un proyecto reeleccionista, porque hemos tenido miles de farsantes agazapados detrás de todas las máscaras. El continuismo es la película trágica de nuestra identidad. Cuanto podamos esgrimir contra los argumentos de los reeleccionistas ha sido extraído de la más cruel experiencia de la historia pavorosa que nos ha tocado vivir. Lilís: “El pacificador sigue”. “Horacio o que entre el mar” Trujillo: “No hay peligro en seguirme”. Balaguer: “Que nadie aspire mientras él respire”. Hipólito: “Falta mucho por hacer”. Lo nuevo ahora es que el degüello se da hacia dentro del partido gobernante. Y el objetivo primordial de Danilo Medina y su grupo económico es terminar de darle la estocada mortal al liderazgo zarandeado de Leonel Fernández. Si Danilo Medina impone las primarias abiertas, para lo cual tiene el control absoluto de las estructuras partidarias, pese al impedimento constitucional, el grupo económico que lo sustenta lo inscribirá como precandidato en el partido. No hay que decir la falta de escrúpulos que tiene Danilo Medina en el manejo de los fondos públicos ante procesos electorales. Se impuso en las elecciones del comité político, en las del comité central, y desarticuló a “papeletazo limpio” el grupo mayoritario de senadores leonelistas opuestos a la reelección.
DOS
Lo que veíamos transcurrir en el acto del domingo pasado mientras Leonel Fernández hablaba, es apenas el efecto de lo que verdaderamente está en juego. Lo vi discurrir como se vive en la atmósfera de una tragedia de William Shakespeare, cuyo telón de fondo es siempre el designio del poder. A mis estudiantes solía hablarles de la necesidad de leer a Shakespeare para entender la naturaleza del poder, incluso antes de Michel Foucault, porque hay un imponderable siniestro en la condición humana que más que los recursos de las ciencias sociales, lo saca a flote siempre el discurso ficcional, y para conocerlo y verlo actuar el teatro de Shakespeare es insuperable. El Leonel Fernández que hablaba el domingo estaba atrapado en esa madeja trágica. Si es desconsiderado y sucumbe sin dignidad ante la embestida del oficialismo, habrá sellado su destino. Para el leonelismo esta etapa es de vida o muerte( “No hay marcha atrás” , dijo, enfático). Porque el danilismo no tiene ninguna sucesión que le garantice al grupo económico que lo sustenta seguir disfrutando del negocio en que han convertido al estado.
TRES
Tanto es así, que el otro “relato” de la saga reeleccionista da por inexistente a la oposición. El “marchante” José Ramón Peralta lo dice sin tapujos: “La oposición no existe, es floja”, y en el colmo del pensamiento de un hombre que solo tiene inteligencia para los negocios despliega el más torpe cinismo: “Necesitamos a la oposición, nosotros necesitamos la oposición”. Porque lo que lleva a Leonel Fernández a querer volver es exactamente lo mismo por lo que Danilo Medina y su grupo económico quieren quedarse. El modelo de gobierno peledeísta es uno solo, y los Gonzalo Castillo, José Ramón Peralta, José del Castillo Saviñón, Lidio Cadet, y muchos otros; pueden proclamar que la reelección es una “jornada patriótica”, un designio sagrado, o lo que quieran argüir. Pero eso no es más que lo que Michel Foucault llamó “discurso-poder”, un recurso de legitimación que emplean todos los grupos dominantes. El modelo peledeísta concibe al estado como una fuente de negocios y enriquecimiento. Ése es el esquema en el cual ya Leonel Fernández no cabe porque al danilismo se le abrió desmesuradamente el apetito. Los danilistas están en posesión del aparato del estado, y lo tienen a su servicio. Han saqueado el erario sin piedad. Reelegir a Danilo es la consolidación, la garantía de la impunidad; y el pago exhaustivo a sus militantes y rentistas que invirtieron en el proyecto. Y en esa línea, Leonel Fernández es un incordio a quien hay que barrer. Mientras hablaba el domingo, él sabía que se jugaba su última carta, y que no tiene ninguna otra alternativa que no sea pelear adentro.
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