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Giacopo el exterminador

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José Báez Guerrero.

Hace casi dos años mi hijo mayor se fue a vivir a otra ciudad por motivo de sus estudios y me dejó encargado de cuidar a Giacopo, un pez Óscar. Cualquiera pensaría que nada más aburrido o rutinario que cuidar un pececito que se pasa el día nadando en una pecera. Pero quien piense así no conoce a Giacopo.

Siempre tuve curiosidad por el nombre italiano que fue escogido para este pez; la raíz del apelativo es el Jacobo hebreo y significa “aquel que suplanta”. Claro que un pez no suplantó a mi hijo pero cuidarlo en su ausencia ha sido algo que hasta hace poco nunca me ha pesado.

Pero a decir verdad, en la familia debimos de haber previsto lo que Giacopo era capaz, puesto que desde que vive con nosotros ha dado muestras de un canibalismo tremendo, al punto de comerse primero a todos los demás pececillos con excepción de su compañera y de un limpia-fondo negro cuyas espinas dorsales le daban un aspecto satánico terrible.

Pocos días antes de la partida de mi hijo ¡Giacopo se comió a su esposa! La devoró de una manera terrible pues necesitó varios días para engullirla toda. Después cometió la increíble hazaña de cenarse a una babosa rompiendo su concha no sé cómo.

En los últimos dos años Giacopo pareció olvidar su parecido con Hannibal Lecter y vivió en relativa paz, compartiendo su pecera en mi estudio con el limpia-fondo que extrañamente siempre lucía estar escondiéndose del gran Óscar señor de la pecera.

Hasta que la semana pasada ocurrió algo imaginable pero tan terrible que habíamos preferido ni pensarlo: ¡Giacopo asesinó y se almorzó al limpia-fondo!

En mi casa hubo reacciones horrorosas. Una persona sugirió tirarlo por el inodoro. Otra dejarlo morir de hambre. Un amigo aportó la idea de congelarlo vivo y otro de pescarlo con un anzuelo. Tanta saña me intimidó y de hecho Giacopo pasó cuatro días sin que nadie le diera su alimento.

El quinto día reaccioné en contra de casi todos los demás en casa y dije: “Somos estúpidos atribuyéndole sentimientos humanos a Giacopo, algo parecido a quienes le atribuyen defectos humanos, como la vanidad, a Dios…”.

Me puse a averiguar y resulta que esta variedad de pez reconoce a sus dueños, es muy territorial y agresiva. He puesto un letrero en mi estudio que dice “cuidado, ¡pez feroz!”.

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