REDACCIÓN INTERNACIONAL.- El glaucoma, del que destacan cuatro tipos diferentes, es una lesión irreversible del nervio óptico cuya causa más relevante es, a menudo, una elevada presión intraocular, lo que supone la pérdida progresiva de la visión periférica.
En la mayoría de los casos y en las etapas iniciales, el paciente no experimenta ninguna molestia ni síntoma hasta que se produce una alteración de la visión permanente e irreversible,
Con motivo del Día Mundial del Glaucoma, el 12 de marzo, el presidente del Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas (CGCOO), Juan Carlos Martínez Moral, recomienda acudir a una revisión anual, puesto que “los casos de ceguera se podrían reducir en un 90%“.
¿A quién afecta?
Según el CGCOO, las personas de más de cuarenta años son más proclives a desarrollar un glaucoma, aunque puede aparecer a cualquier edad.
Por su parte, el Instituto Oftalmológico Gómez-Ulla pone el foco en la predisposición genética de esta enfermedad, ya que una persona con antecedentes familiares de glaucoma tiene hasta nueve veces más riesgo de padecerlo.
Asimismo, recuerdan que los niños tampoco están exentos de padecer esta afección ocular.
Los tipos de glaucoma
De esta manera, conviene conocer los distintos tipos de glaucoma que existen. Desde la Sociedad Española de Glaucoma (SEG) señalan los cuatro principales:
Glaucoma de ángulo abierto
Es el tipo más frecuente de glaucoma y el principal factor de riesgo es la elevación de la presión intraocular, aunque los antecedentes familiares o la miopía elevada también pueden contribuir a su aparición.
Dependiendo de si existe otra enfermedad que lo cause se clasifica en primario o secundario. En el caso del glaucoma secundario, puede estar causado por enfermedades oculares o no oculares.
Diagnóstico y tratamiento
En la mayoría de los casos este tipo de glaucoma es asintomático, de ahí que se conozca como ceguera silenciosa, por lo que es recomendable acudir al oftalmólogo para realizar una revisión anual.
Normalmente consiste en un tratamiento médico con gotas que permiten disminuir la presión intraocular.
Glaucoma de ángulo cerrado
Se produce en aquellos ojos en los que la salida del humor acuoso (el líquido que produce el ojo) está comprometida cuando el iris obstruye el ángulo camerular (forma la córnea, la esclerótica y el iris). Es más frecuente en ojos pequeños e hipermétropes.
Síntomas
Este tipo de glaucoma se puede producir de forma aguda, intermitente o crónica:
Aguda: dolor intenso, visión borrosa, nauseas, vómitos y sudoración intensa. Puede llegar a confundirse con un cuadro gastrointestinal.
Intermitente: episodios de visión borrosa, con halos alrededor de las luces y cefaleas.
Crónico: es asintomático, con subida indolora de la presión intraocular y daño en el nervio óptico y en el campo visual.
Diagnóstico y tratamiento
Su diagnóstico se obtiene a partir de la inspección del ángulo camerular con la gonioscopía.
En cuanto al tratamiento, requiere de una iridotomía periférica con láser, que consiste en crear un pequeño agujero en el iris que permite la recirculación del humor acuoso que ha quedado bloqueado.
Glaucoma neovascular
Es un tipo especial de glaucoma secundario relativamente frecuente y grave que se produce como consecuencia de la formación de nuevos vasos sanguíneos en el iris. Estos acaban provocando una obstrucción en la circulación del humor acuoso, lo que desencadena una elevación de la presión del ojo (hipertensión ocular).
La oclusión de la vena central de la retina y la diabetes mellitus son las causas principales.
Síntomas
En la fase más grave aparece:
Dolor importante.
Disminución de la visión.
Edema de córnea (retención de líquido).
Distorsión en la forma de la pupila.
Enrojecimiento y congestión del sector anterior del ojo.
Tratamiento
Se basa fundamentalmente en el control de la hipertensión ocular, la falta de oxígeno de la retina y el dolor.
La fotocoagulación panretiniana es el procedimiento más empleado mediante la aplicación de láser para inducir la regresión de los nuevos vasos.
Glaucoma congénito
Es un conjunto de enfermedades caracterizadas por la existencia de anomalías que provocan un aumento de la presión interna del ojo, dañando al nervio óptico.
La forma más frecuente se suele dar en los primeros meses de vida del niño o en la primera infancia (antes de los tres años), y entre el 80 y 90% de los casos son esporádicos.
Síntomas
Aumento del tamaño del ojo (buftalmos).
Roturas del endotelio corneal (estrías de Haab).
Edema corneal, provocando lagrimeo, fotofobia y blefarospasmo (incapacidad de mantener los ojos abiertos cuando hay luz).
Diagnóstico y tratamiento
En la mayoría de los casos es necesario explorarlo bajo sedación en quirófano.
Además, requiere de cirugía que se suele repetir en varias ocasiones, dependiendo de cada caso