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Glosando A Mumia

Narciso Isa Conde.

Mumía Abú-Jamal, escribió el pasado 6 de mayo un artículo titulado “Elecciones de Opuestos” digno de ser pensado paso a paso.

Trataré en esta entrega de resaltar y comentar los párrafos a mí entender más relevantes del mismo:

“En casi todo el mundo -nos dice Mumia Abú-Jamal- se están llevando a cabo elecciones, la mayoría de ellas hechas más por temor, que con esperanza.”

Mumia lo plantea desde su experiencia en EE.UU., pero aquí también y en muchas partes mundo se llama a votar contra el mal que viene, aunque ya esté instalado (debidamente disfrazado); o se esgrime la necesidad de salir de ese señor para que venga otro similar, mejor maquillado.

Derechista neoliberal por socialdemócrata neo-liberalizado, o viceversa; conservador neo-liberalizado por liberal neo-conservadorizado; populista derechizado por ultraderechista desembozado. Derecha simuladora por derecha desfachatada. En eso consiste la alternancia.

Y la explicación de Mumia es contundente:

“Eso es porque acostumbramos a votar no por lo que queremos; sino en contra de lo que no queremos”.

“Votamos por el menor de los males, y nos preguntamos, ¿porqué es que siempre terminamos cada vez peor?”

“Votamos, si en verdad votamos, negativamente.”

“Y la más poderosa fuerza que nos lleva a votar, es el miedo.”

“El electorado norteamericano se ha convertido en adicto al miedo; y las campañas políticas han desarrollado técnicas eficaces para manipular ese sentimiento.”

Pero no solo el miedo funge de droga política en los EE.UU., se trata de un modelo generalizado, sumamente efectivo (aunque no invencible), con el que se procura oponer a muerte lo que es parecido y presentar como antagónico lo similar o convergente.

“Y para ganar el poder –subraya Mumia Abú-, como en la guerra, todo es permitido.”

“Entre tanto, ¿quién en verdad triunfa?”

“No los que votan. No los ciudadanos.”

De ahí la necesidad de relativizar e ir a más profundidad en el tema electoral, en lo del  el valor del voto, el deber de votar o el derecho a no votar; en lo de si votar o abstenerse de hacerlo en tal o cual ocasión. De tener presente las circunstancias, el tipo de elecciones, la relación entre fuerza dominante y dominada, el impacto de las luchas extra-electorales en cada periodo, fuera y dentro del sistema…

Hay situaciones –como afirma Mumia- en que:

“Votar, o no votar. Éso es en gran parte irrelevante porque no importa quien gane las elecciones, los verdaderos triunfadores serán los que hayan puesto más dinero para los candidatos; las corporaciones; y los grandes comités de acción política, (sigla, Super-PACs, de su nombre en inglés, political action committees).”

“Los que votan sirven, pero ellos son en realidad embaucados en un juego en el que todas las reglas se han hecho contra ellos.”

Por que ciertamente hay elecciones que no son elecciones entre opciones de clases y sectores diferentes, entre proyectos e ideales distintos, entre propuestas de sociedad realmente contrapuestas. Abundan las que como agrega Mumia:

…son como aventuras de amor que empiezan con encantos, y terminan en decepciones.”

“Votamos por fantasmas, sin embargo nos sorprendemos cuando nos despertamos con pesadillas.”

No se trata, pues, de negarse a votar eternamente o de votar siempre, pero si negarnos a emitir el voto por fantasmas y a reproducir las pesadillas.

Aquí, donde los encantos se quedaron en el pasado y la mugre cubre los fantasmas, después de las votaciones vendrá una pesadilla peor, porque malo sobre malo da peor en el contexto de una crisis agravada.

La incapacidad para romper ese círculo vicioso es obvia. La fortaleza del mismo estriba sobretodo en la debilidad de la corriente llamada a estremecerlo y a desestabilizar la trampa bipartidista desde propuestas y fuerzas capaces de explosionar políticamente la zapata del castillo de los fantasmas cada vez más descoloridos.

Superar esa debilidad en múltiples escenarios es el gran reto una vez más reelecta la pesadilla y sus sufrimientos. El por debe definirse con precisión y darse a respetar en grande en todos los combates para no entrampar de nuevo a la gente en el contra dentro de la “dialéctica” del “malo y el menos malo”, que siempre deviene en peor; o conformarnos con la ficción de una alternativa que apenas le hace cosquilla al orden neoliberal y partidocrático en decadencia.

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