La muerte del banquero Pedro A. Rodríguez priva al país de un hombre de grandes méritos personales por su dilatada trayectoria de servicio y su ejemplo de ejecutivo que actuó siempre apegado a normas éticas y de integridad.
En un país donde las tentaciones, la ambición desmedida, la falta de principios y las debilidades humanas ponen en estredicho y atentan contra la imagen de figuras públicas, el comportamiento recto tiene que ser destacado como una pauta a seguir.
Hombre silencioso y poco dado a la exposición pública, fue un trabajador incansable cuya hombría de bien lo comenzó a distinguir desde el 1963, al formar parte del grupo inicial de funcionarios que fundaron el Banco Popular en 1963.
A pesar de sus triunfos y de las altas posiciones que ocupó durante el ejercicio bancario, nunca hizo ostentación de lo que había alcanzado en cuanto a su proyección personal, porque su mayor satisfacción era la identificación con los lineamientos de su filosofía de vida.
El Banco Popular, del cual fue su presidente en el período 1989-1990, tuvo en él un gran activo para su pujanza y deja un legado invaluable a esa entidad financiera, que lo valoró por su amor al trabajo y la lealtad a la cultura organizacional y la adecuación a los desafíos de los nuevos tiempos en la banca y las finanzas.
En vida, al cumplir los 85 años en 2012, recibió un emotivo y justo reconocimiento cuando los consejos de administración del Grupo Popular y del Banco Popular propusieron su designación como Consejero Emérito de ambas organizaciones.
Como era de esperar, un año después el nombramiento fue ratificado en las asambleas de accionistas, lo que constituyó el más alto honor que conceden a sus consejeros, de los cuales se orientan con un caudal de experiencias y consejos provechosos.
Por todas esas cualidades, el Popular lo considera un “ejemplo de ética profesional en el negocio bancario y propulsor de un modelo de respeto a la integridad del usuario de los servicios financieros”.
El señor Rodríguez comenzó fungiendo en los inicios del Popular como gerente de la oficina principal, luego de entrar a la institución de la mano de su fundador y primer presidente, el señor Alejandro E. Grullón E.
Su probada vocación de servicio la ofreció también desde la presidencia de la Asociación de Bancos Comerciales de la República Dominicana (ABA), posición que ocupó entre los años 1986 y 1989.
La banca y el país han perdido a un gran dominicano. Paz a sus restos y nuestras condolencias a todos sus familiares.