El fallecimiento del periodista Joaquín Ascención, luego de una ardua lucha contra un cáncer, priva a la sociedad dominicana de un hombre solidario y de probada vocación de servicio.
En un país aquejado, entre otros muchos males, por la indiferencia y el particularismo, su forma de ser y de actuar le granjeó una inmensidad de genuinos afectos y de amistades perdurables.
En silencio, sin hacer ostentaciones ni buscar reconocimientos por su carácter humilde y de bajo perfil, de manera presta y espontánea orientaba a quienes tocaban su puerta.
Cuando además de un buen consejo se requería alguna ayuda material que no estaba a su alcance, él la gestionaba y su insistencia para lograrla era tan intensa como la necesidad y la indefensión del solicitante.
Su sentido del compromiso, del deber y de la responsabilidad no admitía fallas ni excusas. Se exigía demasiado, a veces más allá de lo razonable y es probable que esto precipitara su enfermedad.
La legión de colegas y amigos que desfiló ante su lecho en las últimas semanas de su titánica lucha contra un devastador cáncer fue un tributo a un hombre noble y, sobre todo, admirablemente humilde.
En la funeraria y en el camposanto, mucha gente humilde y tan leal como él, acudió a despedir al amigo con el que siempre contaban.
En efecto, este singular ser humano se distinguió por la autenticidad de sus actos sencillos y por el valor que le asignaba a la amistad, por encima de conveniencias efímeras, y ajeno a representaciones de ocasión.
Su experiencia en el periodismo fue dilatada, tanto en radio como en televisión y prensa escrita, ya que laboró en varios programas y como corresponsal del periódico El Vocero, de Puerto Rico.
Dotado de un dinamismo extraordinario y de un fino tacto para resolver situaciones, era además un trabajador incansable, 24 horas disponible para atender sus obligaciones y un servidor a tiempo completo que no sabía decir no.
Paz a sus restos y sentidas condolencias a su familia y a sus amigos verdaderos, porque ellos también están de luto y estremecidos por esta gran pérdida del consejero, del hermano.