La euforia surgida por la aplicación del 4 por ciento del PIB a la Educación, la construcción de nuevas escuelas y la aplicación de las tantas extendidas, un éxito que se ha anotado el presidente Danilo Medina, no debe desviar la atención sobre el estado general del sistema educativo nacional.
Ha surgido una gran preocupación porque los maestros, que son parte fundamental para la efectividad de los programas educativos, comienzan a evidenciar señales de serias deficiencias.
La inquietud ha sido bastante generalizada, en vista de que el ministerio de Educación reveló que el 75 por ciento de los maestros que concursaron para ingresar al sistema no pudo aprobar los exámenes académicos a que fueron sometidos.
La opinión pública que se ha quedado perpleja ante la declaración de Carlos Amarante Baret, de que de 16,492 maestros que participaron en un concurso por oposición sólo 6,635 aprobaron el examen de juicio lógico o razonamiento, y que de esos 4,212 podrán entrar a la carrera docente.
Precisó que de los 16,492 maestros convocados, 16,239 tomaron las pruebas de razonamiento lógico y competencia, cuyos resultados revelaron que el 59% no estaba acorde con el perfil.
Con tales deficiencias, ¿qué se puede esperar de estos profesores en cuanto al proceso formativo que están supuestos a cumplir en las aulas? ¿qué conocimientos pueden aportar a los estudiantes si ellos mismos tienen graves deficiencias hasta en aspectos tan vitales como el razonamiento o raciocinio?
El 41% de los maestros reprobados tendrá una segunda oportunidad al presentarse en una nueva fase del concurso, el lunes 13 de enero de 2015. Pero ¿qué garantiza que en lo que resta para ese plazo puedan superar las debilidades que tuvieron en su formación académica?
Otras preguntas relevantes: ¿qué está pasando con las facultades universitarias, llamadas a formar a los nuevos maestros? ¿En qué consisten las incoherencias entre esos centros y la preparación con que deben contar los educadores para cumplir con su delicada función?
¿Qué harán las universidades para corregir estas deficiencias? ¿Estas fallas residen en los programas académicos o en la incompetencia profesional de los propios profesores universitarios?
Es de esperar, pues, que se produzca un intenso trabajo mancomunado entre las universidades, el ministerio de Educación Superior y los propios profesores, que deben ser los más interesados en contar con un nivel óptimo de desempeño educativo, tanto en la didáctica como en la pedagogía.