Guía urgente para conducir en Santo Domingo

Tony Pérez.

En tiempos pascueros, sobre todo, primero ármese de paciencia superior a Job, persígnese y encomiéndese a Dios o a quien usted considere, si no desea ser víctima de una colisión de tránsito o de un infarto fulminante producto del estrés que provoca el barullo.

Salga tres o cuatro horas antes de la hora acordada para cualquier cita y déjese de atribuir al tránsito las tardanzas propias de la irresponsabilidad aprendida en su hogar y en la sociedad.

Conduzca despacio en la ciudad; la desesperación será siempre su principal enemiga.

Cuando el semáforo cambie a verde, jamás arranque de inmediato. Recuerde que es el momento más adecuado para cruzar según los cerebros de un montón de conductores y chóferes homicidas que andan sueltos sin freno de la autoridad por las calles, avenidas y carreteras del país. Además, tal instrumento de control no se hizo para las guaguas de Juan Hubieres y Antonio Marte; menos para los carros de Ramón Pérez Figuereo. O por lo menos entienden que sus luces rojas, amarillas y verdes significan lo mismo: llevarse a cualquier por delante.

No se lleve nunca de los bocinazos y los insultos que suenan al primer segundo del cambio a verde para que usted avance. Es una maña dominicana muy vieja que a nada bueno lleva.

Jamás crea que poner las luces direccionales a la derecha o a la izquierda implicará que los demás le cederán el paso. Si lo hacen, se sacó usted la lotería. La costumbre es: todos aceleran para que usted no pueda pasar.

Si se detiene para dejar pasar la calle a un niño o a un anciano, no asuma que estarán a salvo; alguien cruzará a toda velocidad por cualquiera de los laterales de su vehículo. Es común aquí el no querer andar detrás ni un segundo, aunque el destino final diste a medio metro.

Mantenga la atención al que va delante. Lo menos que puede hacerle es un repentino giro en u donde está prohibido.

Tampoco abra puertas de su carro o yipeta sin observar los retrovisores. Muchos «delivery» y “padres de familias” han terminado sus días atorados en una puerta de un carro o yipeta, pues no existen reglas de conducción para ellos.

Si de súbito en la tarde encuentra un hoyo que no estaba en la mañana, y conduce rápido, no lo evada; prefiera que se desgrane su medio de transporte que compró con muchas dificultades. Cualquier desvío puede provocar  la muerte suya y del otro.

Huir como el diablo a la cruz a las guaguas del transporte colectivo, privadas y públicas. Andan como carritos chocones, echando carreras y pasando de un carril a otro de manera inesperada; carecen de direccionales y neumáticos de calidad, y les importa un bledo embestir hasta al Presidente.

Sus choferes y “píchers” andan armados con bates, machetes y pistolas. Para ellos, la ley no existe.

Ande preparado para que un agente de AMET le exija hasta el acta de nacimiento, si usted es conductor privado.  Mientras, se hace el ciego, sordo y mudo frente a los desmanes de los guagüeros en el transporte de pasajeros.

Nunca se lleve de preferencias establecidas en los manuales de tránsito. En cualquier momento alguien vendrá en vía contraria “como la jon que lleva er diablo”. Y cuídese de no discutir. El transgresor siempre tendrá la razón, si no la bala.

Si por desgracia usted se ve envuelto en un choque donde haya lesionados, espere una sentencia en contra suya sin ser culpable, porque el abogado, combinado con el seguro y hasta con el ministerio público, lo cambiará todo.

Advertencia: la aplicación de estas ideas locas no garantiza del todo que usted pueda salvarse si conduce en Santo Domingo. Pero ayuda. Si apegado a las normas logra sobrevivir a la anarquía, entonces será un conductor feliz en cualquier sitio del mundo donde prime el orden.

¡Feliz Navidad!

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