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Hablemos de fusion

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Si una palabra se oye constantemente en el ámbito cultural contemporáneo es fusión ¿Se trata de un estilo, una moda o, simplemente, un sello creativo? Se pudiera decir que la fusión tiene un poco de todo eso, y mucho más. Como casi siempre, a la hora de entender la actualidad de un concepto, habría que considerar de dónde venimos. ¿Es que acaso la cultura humana no es resultado de mezclas y sincretismos? ¿No fueron  las guerras de conquista, la colonización de unos pueblos por otros y la propia emigración fuentes permanentes de entrecruzamientos culturales?

Efectivamente, no pudiera pensarse la historia humana sin estos choques y encuentros entre grupos humanos de diferente origen, al punto que no es posible pensar en ninguna cultura en estado puro e incontaminado. Entonces, ¿En que radica la actualidad del término fusión?

Además de las condicionantes mencionadas, la fusión de la que se habla hoy en ámbitos tan disímiles como la música, la moda, la cultura culinaria o la danza,… contiene otros componentes que nos permiten reconocerla de manera puntual, como un suceso contemporáneo. En primer lugar, habría que considerar el desarrollo tecnológico. La razón humana ha creado las condiciones técnicas que dan vida a nuevas gamas, nuevas intensidades y gradaciones en los registros visuales y sonoros de los productos culturales, surgidos  a partir de mezclas entre hombres y culturas de ayer y de hoy, que antes hubieran parecido imposibles.

A partir del desarrollo de los medios de transporte y, especialmente, de los medios de comunicación, se han acercado culturas territorialmente lejanas,  lo que ha permitido que se produzca  una forma contemporánea de fusión que conecta maneras de vestir, palabras y modismos, preferencias culturales,… entre grupos de personas muy distantes entre sí, sin que medie un contacto directo, digamos que “en tiempo real”.

Según Frederic Jameson un rasgo de la sociedad desde fines del siglo XX es que en ella  desaparece la antigua frontera entre la alta cultura y la llamada cultura de masas o comercial, lo que constituye otra de las maneras en que se produce la fusión: haciendo coincidir en un mismo escenario lo que fuera  considerado como culto por los centros culturales modernos de Europa,- la opera, el ballet clásico, por ejemplo- y elementos propios de espacios otrora marginados, como los cantos de esclavos, la danza urbana callejera o el vodevil … Para muchos, este gesto integrador ha iniciado un proceso de degradación cultural que desplomaría las jerarquías culturales modernas. Lo cierto es que estas jerarquías  a las que se apela con nostalgia, se construyeron históricamente desde un poder que discriminó y excluyó en nombre del buen gusto, casualmente europeo, blanco, rico…  Polémica aparte, lo peculiar de esta forma de fusión que nos acompaña, es que no emana de sucesos espontáneos, sino que tiene un marcado carácter intencional, derivando en componente central de la poética de muchos artistas, de proyectos y espectáculos, enfocados en la diversidad, legitimando la posibilidad de ser creativos “de otra manera”.

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