Aunque fuesen ciertos los denunciados propósitos fraudulentos de la Comisión Organizadora para favorecer a Hipólito Mejía en las primarias perredeístas del 6 de marzo de 2011, el cantaleteo del perdedor Miguel Vargas, tan desafinado como vulnerable y contradictorio, solo afianzaría en los públicos el indeseable sabor de la derrota y su incapacidad para liderar procesos complejos fuera de su máquina de hacer dinero: la construcción de obras, salvo que cambie su inoportuno “laissez faire, laissez passer, le monde va de lui meme” por una decisión histórica firme conforme su investidura.
Dejar que los cegados por la pasión de su entorno, con ínfulas de genios, decidan solos el camino a seguir tras el explosivo conflicto interno, deviene en una acción demagógica y pueril que lo sacaría de juego de por vida y, en un plazo tan cercano como el próximo año, provocaría otra derrota de los blancos ante el oficialista Partido de la Liberación Dominicana, tres veces ganador en primera vuelta con más del 50 por ciento. Más temprano que tarde sentiría el látigo de la culpa y de la burla por parte de las bases, pero también de sus “amigos”.
La coyuntura le obliga a demostrarse que es líder del 46 por ciento obtenido en el certamen (o del PRD completo), obviando despropósitos y agitaciones desmedidas de corifeos que, como repetía Peña Gómez, no ven más allá de la curvita.
Sus argumentos son, hasta ahora, poco convincentes ante los públicos mediáticos, a pesar de los cuadros y gráficos estadísticos magnificados con escalas desproporcionadas y colores vivos. El mayor desacierto podría ser la atribución de su derrota al partido de Gobierno y a su aliado el Reformista Social Cristiano porque estos le habrían inyectado unos 300 mil votos a Mejía al considerarlo un contendor débil de cara a las presidenciales del 20 de mayo de 2012.
Solo el PLD sabe cuál adversario le conviene más en el ring. Así que ni un bebé político creería el discurso manifiesto de su dirigencia sobre lo fácil que le iría con el ex Presidente Mejía. Quien conoce el abecé de la comunicación, tiene presente que los objetivos declarados de cualquier institución no siempre se corresponden con los implícitos. Y quizá esta sea una de esas ocasiones cuando los morados desean todo lo contrario a lo expresado.
Una verdad incontrovertible pende frente a los miguelistas y peledeístas: el campechano Hipólito, ahora más cauteloso, ha resurgido como fenómeno de popularidad y aún no se le ve techo, diferente a un Vargas seco, distante y errático, vinculado al Gobierno por la vía empresarial. Como si fuera poco, las acentuadas manchas de su gobierno (2000-2004) lucen ahora amortiguadas por otras iguales o mayores de algunos funcionarios estatales y por el desgaste propio de los 11 años de Leonel Fernández como Presidente. La inyección de 300 mil votos, si los sufragantes fueran manipulables como batatas, sería en todo caso a favor de Vargas, para que estos sirvan de montaña que contenga al tsunami de popularidad que representa Mejía.
En esa perspectiva, Hipólito sería el gran peligro para el PLD, a menos que los miguelistas o varguistas le hagan “coca”. O sea que, después de perder el juego, se lleven las bellugas, canicas o bolas, como hacían los muchachitos de los pueblos.
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