Todo el mundo tiene derecho a crecer; la familia, las sociedades, los países, los continentes, etc… Lo que no se puede confundir es el derecho que se tiene a crecer con el comportamiento tendente a humillar.
Haití es un pueblo en busca de un camino, de un nuevo porvenir. Tiene todo su derecho; tienen derechos sus comerciantes de colocar su dinero en donde crean que les serán más productivos. Tiene derecho el pueblo; que luchando por subsistir necesita lo más elemental para comer. Tiene derecho su gobierno; al buscar nuevos caminos para que su comunidad maltrecha busque junto al pueblo un camino.
Pero……………….
Tenemos derecho a negociar con quien queramos, como y cuando queramos. Aceptar condiciones humillantes es lo que nunca tenemos ni debemos hacer. Ahí está un grupo de Ministros que junto al Canciller intentan un acuerdo. Tienen que hilar fino porque la tradición diplomática de Haití no es nada fácil. Ahí está Venezuela a quien le debemos miles de millones de dólares y es poco o nada lo que le aportamos a la deuda. La tradición de los últimos gobiernos es una de “no pago”. Nuestros productores de huevos y pollos han ganado muchísimo dinero durante mucho tiempo, tienen el derecho de seguir ganando el dinero que quieran, pero no en la forma tan indolente y abusiva que tienen frente al consumidor dominicano.
Productores ahí está el mercado del mundo… ¡búsquenselas! Contraten personas con la capacidad de persuadir a compradores de otras naciones para que de una vez y por todas el país comercie su producto y tengan un mercado seguro sin los chantajes que muchos han ostentado.
Haití lucha por sus intereses, quizás no sean necesariamente Haitianos, quizás vengan del Norte o de Oriente.
Somos dos pueblos que tenemos derechos y deberes. Debemos mantener ambas cosas de forma flexible. Los pulsos no se ganan a la fuerza, sino con inteligencia y con sabiduría.