De nuevo las máquinas tragamonedas lacen a relucir en las noticias con otro ángulo del desquiciante trastorno que causa su operación en el país.
Ya no se limitan al Gran Santo Domingo, sino que cada dìa extienden sus dominios a poblaciones del interior, como ha ocurrido con el negocio que han logrado imponer en en el municipio de Consuelo y en la ciudad de San Pedro de Macorís.
Allí un hombre fue alegadamente golpeado por agentes policiales, porque adeudaba dinero al propietario de las máquinas y quería retirarlas.
En otra nota insólita que habla de lo mal que andan las cosas en este país, el lesionado fue apresado cuando acudió al destacamento de la zona a denunciar la agresión, lo que pone al descubierto el poder, influencia y protección que gozan los operadores de tratagomedas.
Algunas personas atribuyen a un coronel de la Policía ser el dueño de las máquinas, por lo que piden a las autoridades realizar una investigación para que se establezcan responsabilidades ante lo que definieron abusos en contra de ciudadanos.
Como ocurre en otras muchas situaciones en que se mueve mucho dinero e intereses peligrosos, la gente teme hablar en cámara para evitar ser objeto de represalias y no les falta razón, porque esta gente ha demostrado que es capaz de cualquier cosa.
En un país donde la eficiencia de la educación es cuestionada a nivel internacional, la proliferación ilegal de las máquinas tragamonedas se ha convertido en desafío para las autoridades, ya que muchas vuelven a operar al poco tiempo de ser incautadas.
De acuerdo a investigaciones realizadas por el programa El Informe, la operación interminable de estas máquinas que se tragan las ilusiones de niños y jovencitos, distrayéndolos de sus estudios, no es fortuita, sino producto de una combinación de dejadez, de corrupción y de complicidad de autoridades que incumplen con sus responsabilidades.
Al igual que la deficiencia en la fiscalización y control de las Bancas de Lotería, la forma en que las tragamonedas arropan barrios pobres en diferentes regiones del país es un problema frecuentemente denunciado al que no se le pone término.
Ante esta situación, la pregunta obligada, que esperamos logre alguna respuesta, pero no solo verbal sino con acciones ejemplarizadoras, es ¿hasta cuándo las tragamonedas estarán atormentando a la sociedad dominicana?