Mi apreciado y querido nietecito Mateo José, que todavía no había cumplido los dos años de edad, nos dejó, este domingo 23, para irse a la casa de nuestro Padre Celestial, luego de ser afectado por una incurable enfermedad pulmonar que lo diezmó, dejando tras de su partida un incontenible torrente de lágrimas y dolor de sus padres, abuelitos y demás familiares.
El niño tenía problemas en los pulmones, produciéndole serias dificultades para respirar, comer y desplazarse como sus dos hermanitos; todos sufríamos verlo así. ¿Que no hubiésemos hecho por su salud? Pero, el Señor Jesús tenía otros planes para Mateo. Esa dolencia, diagnosticada como Proteinosis Alviolar, era algo difícil de superar, porque tendría que ser objeto de un trasplante de pulmones, lo que apenas le permitiría una sobrevivencia de quizás unos cinco años, arrastrando un tanque de oxígeno para su respiración. Una penosa situación para sus padres.
En Estados Unidos solo se han registrado unos 50 casos en adultos. Es una enfermedad congénita y los niños que la sufren, como en el caso de Mateo, apenas sobreviven cinco años. Según se informó este caso de mi nieto, es el primero que se ha registrado en el país.
Damos un reconocimiento a los médicos de la Clínica UCE y de la Plaza de la Salud, que con tanto esmero y cuidado atendieron a Mateo, porque hicieron todo lo que estuvo a su alcance. Que Dios los bendiga.
Mateo era un niño muy especial que, a pesar de su corta edad, tenía mucho carisma que atraía a todo los que tenían la oportunidad de conocerlo, por su contagiosa sonrisa y simpatía, sorprendiéndonos la cantidad de gente que fueron a despedirlo a la funeraria y luego al cementerio.
Durante tres semanas los médicos especialistas lucharon, aplicando todo su conocimiento para que “Chuchicho”, como cariñosamente llamábamos a Mateo, no nos dejara, pero Dios tenía otros planes con este precioso y querido niñito.
Un día antes de su partida, es decir, el sábado 22, mientras dormía me soñé que jugaba con él como solía hacerlo siempre, pero cuán grande fue mi sorpresa cuando me anunciaron sobre su partida, el domingo por la mañana, y aun es el momento en que todavía no nos reponemos, al igual que sus padres, abuelos, tíos, primos y sus hermanitos José Ignacio y Lucas Miguel.
Tanto en la Plaza de la Salud como en la funeraria un grupo de hermanos de Centro Bíblico Cristiano, donde se reúnen sus padres y abuelos, tuvieron palabras de aliento y consolación para la familia y todos unánimes entonaron alabanzas al Padre Celestial por la partida de Mateo.
Algo tremendo ocurrió cuando se oraba en aquel lugar, porque Dios en su infinita misericordia y para consolación de todos, se vio a Mateito cuando subía a la presencia de Jesús con sus brazos levantados, sonriendo y diciéndole a su madre Julia Priscilla, “mamá, no llores”.
Para Dios la partida de este niño fue como una ofrenda encendida subida a su presencia, donde respira con toda libertad el aire celestial, lo que no podía hacer durante su corta vida en este terruño que tuvo el “privilegio” de dejar.
Nos despedimos con Mateito con muchas lágrimas, pero con la maravillosa esperanza de que lo veremos y estaremos con él allá en el cielo y que tomados de la mano de nuestro Señor y Salvador Jesucristo pasearemos y nos gozaremos por toda la eternidad. En la presencia del Señor hay plenitud de gozo y delicias a su diestra, como dice la Palabra de Dios.
Agradecemos a todas las personas que nos llamaron por teléfono y a través de la Internet, por sus palabras de consolación y aliento a raíz de la partida de nuestro querido nieto Mateo José Pablo Matos.