¿Hillary será presidente ó “presidenta”?

Recientemente en mi columna diaria el editor ejerció su derecho y criterio y varió la palabra “vicepresidente” por “vicepresidenta”. Es de las cananas que los articulistas debemos aguantar quietecitos, pues ese derecho asiste a los editores…

Recientemente en mi columna diaria el editor ejerció su derecho y criterio y varió la palabra “vicepresidente” por “vicepresidenta”. Es de las cananas que los articulistas debemos aguantar quietecitos, pues ese derecho asiste a los editores…

El quizás insustancial asuntillo me hizo sin embargo revisar la corrección de esa corrección y meditar sobre si Hillary Clinton sería presidente o “presidenta”. En inglés afortunadamente no tendrá esa disyuntiva.

Dado que nuestra habla es algo vivo, cuya manifestación por los hablantes es lo que en última instancia legitima cualquier voz, desde que algún uso previamente estimado bárbaro o incorrecto corre parejamente con las mejores formas, la autoridad de nuestra lengua española que es la Academia accede a expedir carta de ciudadanía incorporándola al léxico. Tal ha pasado con “presidenta”, como pasó anteriormente con “sirvienta” sin levantar tanta roncha.

Aún así, la primera acepción de “presidente” es tan sencilla que bastan dos palabras para definirla, “que preside”, y no admite su feminización. La segunda, “persona que preside un Gobierno, consejo, tribunal, junta, sociedad, acto, etc.”, y la tercera, “en los regímenes republicanos, jefe del Estado normalmente elegido por un plazo fijo”, pueden terminar en “a”, si se trata de una mujer, pero aún en ese caso no es incorrecto llamarla “presidente”.

“Presidente”, nos dice el propio Diccionario, es el participio activo de verbo “presidir”. De igual manera de cantar es cantante, de existir es existente, de hablar es hablante; no hará falta abrumar con más ejemplos…

La terminación “ente” –arguían algunos expertos— denota la capacidad para realizar aquello que indica el verbo y este “ente” era explicado como significante de “poseer entidad” según la definición del verbo “ser”. Se empleaba este razonamiento a mi juicio medio tembloroso para explicar que una mujer en tanto presida será siempre presidente y no

presidenta, pues poseer entidad o calificar una persona de acuerdo al participio activo de la acción realizada no depende de si se es mujer u hombre. La mujer que canta no es “cantanta” (al menos todavía no…).

Mientras muchas palabras van evolucionando, como prueban los latines deformados que hablamos hispanoamericanos y españoles, portugueses y brasileños, franceses, italianos y catalanes, la vanidad de agitadores feministas pretende acelerar la maduración de ciertas eclosiones. Tanto malo entusiasmo “de género” –como la ridiculez del “los y las”– son vainas ¡me quillan! Para acomodar espurias correcciones políticas, este afán pseudo-feminista podría llevarme a ser “periodisto” con “o” final, un horror lingüístico (al menos hoy).

Por otros motivos, hay muchísimas voces así: albacea, modista, terrateniente, alguacil, cantante, artista… Sean o no participios activos, que muchas palabras no terminen en “a” no es ninguna afrenta contra las mujeres ni tampoco hace de esa voz una palabra masculina, sino que su género es indeterminado, que a fin de cuentas según anda el mundo es más moderno y progresista que la alternativa.

Ok, sí, el Diccionario admite “presidenta”. Pero, “presidente” no es incorrecto (por tanto tampoco “vice”). En fin, la alteración de lo que escribí ha motivado este desahogo ante la indetenible marcha del avance de la lengua, según la dictadura de “hablantas” y “hablantos”. Quizás no falte mucho para verificar para espanto mío que he terminado siendo nada más que un despistado “periodisto”.