Homenajes nauseabundos

El más reciente de esos homenajes fue disipado por la indignación popular que provocó su anunció.

El homenajeado salió corriendo y no precisamente para darle vueltas al play;  con su huida les quitó una carga de TNT a los ideólogos de esa afrenta, pero sin poder borrarle la mancha.

Una mancha indeleble que devela el alma retorcida de ciertos magnates de la pelota criolla, quienes torpemente optaron por bautizar un evento muy apreciado con el nombre de un insigne trujillista y consumado balaguerista, jefe de la Guardia Universitaria del Jefe, en época de tiranía y asesinatos. Y no solo, además corrupto, experto en fraudes electorales y alevoso femenicida de su ex-pareja.

Tal afrenta fue la culminación de las sucesivas reelecciones al frente del organismo que hace tiempo, exhibiendo por 20 años esa jefatura, mostró su real catadura; solo que faltaba la gota que rebosara las anteriores ofensas.

La premiación de su retiro provocó el estallido de la impugnación latente.

Aquí hace rato se está abusando de homenajes nauseabundos, en vida y post-mortem.

Ponerle el nombre de  Joaquín Balaguer a la Estación del Metro contigua a la que honra a Amín Abel, no es cualquier agresión a la dignidad de un pueblo.

Mantener en la Galería de Honor de las Fuerzas Armadas a personeros del crimen de Estado como Enrique Pérez y Pérez y Milo Jiménez, equivale  a mear sobre la sangre derramada en las luchas por la libertad.

Decretar duelos nacionales por la muerte de cualquier lavador de dinero sucio en bancas de apuestas, o por el fallecimiento de cualquier político ladrón o bocina vendida, es para maldecir a sus promotores.

El patrón gringo estimula a ciertos manipuladores de la conciencia nacional a convertir en héroe a cualquier traidor o genocida: Mr. McCain fue enterrado como un padre de la patria por bombardear niños y ancianos con napalm en Viet Nam.

La distorsión viene de lejos: por eso Santana tiene muchas décadas en el Panteón y a Caamaño le da trabajo entrar.

Los políticos “exitosos”, merecedores de alabanzas oficiales y absurdas equiparaciones con verdaderos héroes y heroínas de las luchas libradas, son los que se mantienen en el poder robando, corrompiendo, asesinando… Y el modelo se reproduce.

Pero todo ese tinglado de falsificaciones ha comenzado a hartar a la gente, lo que explica el berrido y corre-corre de Matos, y la vergüenza eterna de la Liga que pretendió elevar el crimen a la hazaña de un campeón. (El Nacional, domingo 30-09-2018)