Estamos en plena campaña política; etapa en que miembros de los diferentes partidos se lanzan a las calles buscando ganar la simpatía de la población y ser elegidos para ocupar altas posiciones, que le permitan dirigir la nación. En las próximas elecciones, se procederá a elegir los alcaldes y regidores, los congresistas, senadores y diputados, el presidente de la República.
La política como ciencia y arte de gobernar, trata de la organización y administracion del Estado, buscando el bien común. Una persona dedicada a la política debe tener vocación de servicio y, sobre todo, ser honesto, es decir, incapaz de actuar en contra de lo que se considera correcto, desde el punto de vista ético, moral. Algunos políticos, aprovechando las necesidades y debilidades de la gente, les mienten y dan limosnas, a cambio de su voto; son aquellos que una vez en el poder olvidan los “hijos de machepa” y disfrutan con los “tutumpotes”.
Ojalá que los votantes, resistan las tentaciones y opten por personas honestas, serias, decentes, que trabajen por el bien común. Cabe recordar que la honestidad es coherencia, autenticidad, transparencia, dignidad, integridad, honradez, responsabilidad; produce tranquilidad, paz interior. En política es como una luz divina, un arma poderosa que permite dar pasos firmes rumbo a metas inimaginable; envuelve la esencia, la base, para la paz, seguridad y el bienestar de la humanidad y así se manifiesta en todas las tareas del diario vivir.
La antítesis de la honestidad es corrupción, impunidad, mentira, falsedad, abuso de poder, irrespeto, falta de ética. Lamentablemente, ha ido penetrando en el liderazgo político, llevándose valores morales, la tranquilidad, la dignidad de personas, familias, de la sociedad. Algunos, a la defensiva, patean la verdad.
La política autentica, persigue el desarrollo armónico, equilibrado y humano de la población; la ejercen quienes buscan bienestar colectivo y no usan la mentira como herramienta, ni se aprovechan de su posición para obtener beneficios personales a expensas de otros. Lamentablemente, escasean los lideres honestos; algunos políticos cuando tienen poder se olvidan de los pobres; vuelven a ellos cuando necesitan su voto; ahora, en campaña, se le acercarán; son demagogos que se exhiben, hablando bonito, pensando en que “el mal comió, no piensa”.
Urge que la población, especialmente los más pobres, expresen su íntimo sentir, sean sinceros en las urnas, defendiendo con coraje, sus creencias, derechos, y mejor futuro para sus hijos; deben detenerse a ponderar con objetividad los lideres, observando sus actitudes y acciones, vida familiar, trabajo social y así determinar, quien es confiable. Es el momento de dejar de pensar en limosnas; la nación es de todos; debemos defenderla sin temor; tenemos derechos y deberes que cumplir, como elegir gobernantes capaces de establecer infraestructura, para el bienestar colectivo.
Los políticos honestos, que buscan el desarrollo integral, suelen trabajar sin discriminación, en todos los niveles. Afortunadamente, la población ha aprendido, entre otras cosas, que no es cuestión de teorizar bonito, sino de actuar; que la nación no es una empresa familiar; que se deben elegir autoridades “con cerebro bien amueblado” y bien intencionadas para hacer las leyes y dirigir la nación, pensando en la paz y bienestar de la población.