Recientes maltratos a dominicanos en el consulado de España motivaron una carta del Senado en pleno al embajador y una reunión inmediata en la Cancillería, con la consiguiente declaración sobre la excelente relación de nuestro país con ese reino, nuestra madre patria. Aunque tengan razón los senadores, su pésimamente redactada misiva nos avergüenza por su ignorancia; España no debe justificar que dé o no visa, aunque sí responder por las quejas por descortesías de un cónsul. Las comunicaciones de Estado merecen corrección y visión estratégica. Bien redactada y documentada con ejemplos, esa carta habría sido devastadora y quizás hasta obligado a que el malcriado cónsul fuera amonestado o cambiado. He oído relatos confiables sobre barbaridades y descortesías injustificables dadas las magníficas relaciones dominico-españolas, basadas en una larga tradición de recíproca simpatía y respeto, aparte de vínculos muy fuertes como las inversiones locales en turismo y la pujante comunidad dominicana en España. La intención de los senadores de defender la dignidad de nuestros ciudadanos puede ser loable, pero la gestión corresponde a la Cancillería, no al Congreso. Ojalá, sin embargo, que España reciba la denuncia con la seriedad que amerita, obviando la incorrección de la forma, nada extraño en su propio país según muestra a diario la prensa.