Redacción externa.- En la actualidad todos somos conscientes de la importancia que tiene lavarse las manos para prevenir las infecciones. Pero un gesto que ahora nos parece tan lógico (y que ha salvado tantas vidas), no lo era hace apenas 150 años.
El autor de esta brillante y maravillosa idea fue un médico húngaro de origen alemán llamado Ignaz Philipp Semmelweis. Nacido el 1 de julio de 1818, este médico es mundialmente conocido como «el salvador de las madres», ya que fue él quien descubrió que desinfectarse las manos antes de tratar a las parturientas disminuía drásticamente los casos de muerte de mujeres y recién nacidos a causa de la fiebre puerperal.
UNA BATALLA PERDIDA
En 1847, Semmelweis propuso a sus colegas lavarse las manos antes de atender a las pacientes en el hospital obstétrico de Viena donde ejercía, ya que las cifras de muertes de mujeres que acababan de dar a luz eran aterradoras. Pero a pesar de demostrar la eficacia de su método, ya que las muertes disminuían drásticamente tras un minucioso lavado de manos, sus ideas fueron denostadas por sus colegas, que lo tildaron de loco y de charlatán. Además, jamás le perdonaron que de algún modo los acusara de ser los responsables de la muerte de sus pacientes.
A pesar de demostrar la eficacia de su método, sus ideas fueron denostadas por sus colegas, quienes le tacharon de ser un loco y un charlatán.
Al final, fue despedido y años después cayó en una profunda depresión. Se dio a la bebida, y su comportamiento errático preocupó a sus allegados y a su esposa, que creyeron que estaba perdiendo la razón (se ha dicho que tal vez padecía de demencia precoz o Alzheimer). Al final, en 1865, Semmelweis fue internado en un hospital psiquiátrico donde murió dos semanas después de su ingreso a causa de una septicemia, a los 47 años.
INCOMPRENSIÓN Y MUERTE
Los métodos de las instituciones mentales de la época eran brutales, y los enfermos eran sometidos a toda clase de tratamientos como duchas con agua fría y purgas con aceite de ricino. Los internos también recibían malos tratos por parte de los guardias. Al parecer, es lo que le sucedió a Semmelweis: tras sufrir una paliza, una de las heridas se infectó y le acabó causando la muerte.
Los enfermos internados en psiquiátricos eran sometidos a toda clase de tratamientos como duchas con agua fría y purgas con aceite de ricino.