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Ilegitimidad convoca a la indignación y a la movilización

Narciso Isa Conde.

Los pasados comicios plagados de clientelismo, sobornos, trampas, abusos de poder, fraudes, ventajismo y uso aplastante de los recursos del gran capital y del Estado, sirvieron para desacreditar más al sistema y sus protagonista, para deslegitimar más los mecanismos electorales, la JCE, el Congreso y también al gobierno saliente junto al naciente.

Las dos grandes facciones de la partidocracia dominaron el evento electoral, mientras una de ellas se impuso sobre otra con métodos sucios, de manera que el poder ejecutivo surgido de esas votaciones nace viciado, con fuerte descrédito, intenso tufo a fraude y a abuso de poder; lo que de entrada lo hace muy vulnerable.

Así las cosas, es un deber y una necesidad confrontar esa ilegitimad, reforzando la lucha por una nueva institucionalidad y por un nuevo sistema electoral (incluida una nueva ley) vía la Constituyente por elección y con participación popular. Confrontarla desde una amplia, diversa e innovadora movilización de la sociedad descontenta y el pueblo empobrecido y abusado.

Esta exigencia política se torna imperiosa en vista de que pesar del creciente descrédito de la gran partidocracia y la decadencia del modelo neoliberal, los partidos menores que concurrieron independientemente del PLD y del PRD a esos comicios, imbuidos de un electoralismo unilateral y simplista, solo lograron ocupar un espacio muy reducido (menos del 2% de  los votos válidos), debido a un conjunto de factores entre los que, además del señalado, se destacan:

· División en cuatro opciones, pese a la exigencia de unidad planteada por una importante franja de opinión.

· Escasa diferencia en discursos y programas respecto a las propuestas demagógicas de los grandes partidos. Ausencia, en diferentes grados, de un real posicionamiento alternativo.

· Actuación como “como clase política” legalizada en la JCE, resistente a incorporar a la opción electoral a los movimientos y organizaciones sociales y políticos-sociales contestatarias y a las izquierdas revolucionarias carentes de matricula electoral pero con significativa incidencia en los combates extra-institucionales.

· Marcado conservadurismo político respecto a la institucionalidad y el modelo a impugnar y reemplazar. Aceptación, sin desplegar políticas confrontativas, de las reglas de juego vigentes y de las instituciones tal y como están conformadas.

En este punto es necesario reconocer que la tardanza en el proceso de articulación de las izquierdas revolucionarias, carentes por demás de matricula electoral propia, facilitó su exclusión en la propuesta cara a las votaciones y contribuyó a estos precarios resultados.

Igual procede señalar que dentro de las minorías independientes del PLD y el PRD, Alianza País-Guillermo Moreno ocupó casi todo el limitado espacio del 2% no controlado por los dos  grandes polos (1.37%), y aun con resultados por debajo de su meta mínima, su reempeño no fue deprimente ni desalentador; lo que se explica  por su acumulado previo, su persistente y prolongado esfuerzo, su reiteras críticas a esos dos partidos y la promoción de una imagen a tono con su discurso.

Estos precarios resultados confirman que un torrente alternativo de significación, con perspectivas de romper el actual duopolio electoral, exige además programas y discursos realmente alternativos, alianzas incluyentes de lo político y lo social contestatario, y políticas de impugnación permanente -en todos los escenarios de lucha- del sistema anti-democrático, del control de la partidocracia y del modelo neoliberal vigentes. Exige unidad y combatividad.

· Crear fuerzas alternativas de verdad.

El dinamismo de ese torrente precisa de la creación y desarrollo de una nueva fuerza de vanguardia, de la unidad estratégica de la izquierdas trasformadoras antiimperialistas, anti-neoliberal y anticapitalista; acompañándola de esfuerzos a favor de alianzas más amplias y diversas que las incluyan sin subordinaciones ni renegaciones.

Esto exige impulsar, desarrollar y consolidar el Proyecto Unitario-IR, procurando priorizarlo, para desde él construir otros espacios junto a fuerzas políticas de otra naturaleza y a movimientos sociales de avanzadas.

En lo inmediato sintonizarse con las mayorías que anhelan un cambio político requiere no reconocerle legitimidad ni al nuevo gobierno (continuidad de la espuria hegemónica del PLD), ni a las actuales instituciones.

Hay que enfrentarlas como realidades impuestas, como situaciones de hecho, no de derecho, las cuales debemos impugnar hasta lograr su reemplazo vía una Asamblea Constituyente con participación popular; procurando, en consecuencia, la ruptura y la discontinuidad de la dictadura institucionalizada, para abrirle cauce a la refundación del orden constitucional y de las instituciones estatales desde una intensa impronta democratizadora.

Esa lucha política debe entenderse como inseparable de los grandes combates sociales relacionados con la defensa del ambiente, del patrimonio natural, de la vida humana y de los derechos fundamentales de la colectividad.

En lo institucional es preciso centrar los principales golpes contra el nuevo gobierno peledeísta de Danilo Medina, el Congreso corrompido y la JCE tramposa, y contra los cuerpos represivos criminales y corrompidos, poderes sustentados sobre bases legales y constitucionales a todas luces antidemocráticas; concientes que lo acontecido en Salcedo, el hermanamiento de la impunidad con la masacre, es esencial a un modelo de dominación decadente altamente “colombianizado” y “CIA-pentagonizado” en sus prácticas policiales y militares contra el pueblo.

Al mismo tiempo es imperioso negarnos a contener la crisis del PRD a nombre de la necesidad de ese tipo de oposición, cuando lo que se requiere es ocupar desde las izquierdas, las fuerza transformadoras y alternativas, ese su lugar hasta convertirnos en una gran fuerza opositora diametralmente diferente al PRD y a los partidos tradicionales, captando incluso sus bases descontentas.

Constituyente popular, nuevo sistema electoral, soberanía nacional, justicia y que se vayan todos los que han gobernado, no hay de otra. ¡A las calles, a construir democracia verdadera!

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