Con la muerte del general Antonio Imbert Barrera se cierra el ciclo histórico de una vida en la que sobresalió el mérito de su actuación como héroe participante junto a otros conjurados en el ajusticiamiento del Rafael Leonidas Trujillo, lo que sentó las bases para la caída de su feroz y sangrienta dictadura de 31 años.
Tras la muerte en 1980 de Luis Amiama Tio, otro de los que planearon poner fin a ese período de persecuciones, torturas, asesinatos y supresión de las libertades públicas y que también logró sobrevivir luego de la conspiración, Imbert Barrera quedó durante décadas como el último sobreviviente de la gesta heroica del 30 de mayo de 1961.
Tal y como señalara el historiador Roberto Cassá, director del Archivo General de la Nación, aunque Imbert Barrera merece respeto y reconocimiento por esa jornada patriótica, una serie de hechos posteriores en que participó de algún modo empañaron el gran servicio que había prestado al país y a la libertad en aquella gran gesta.
Cassá se refiere en primer término a que Imbert apoyó el golpe de estado que depuso al gobierno constitucional del profesor Juan Bosch, el primer ensayo democrático tras la desaparición de la dictadura trujillista, encabezado por un civilista que dio un ejemplo de respeto a los derechos humanos y de un ejercicio pulcro y transparente desde el poder.
Asimismo, recuerda otro dato histórico, que el héroe del 30 de Mayo encabezó como presidente de facto el gobierno de Reconstrucción Nacional en 1965, para enfrentar la revuelta de abril de ese año y el gobierno en armas presidido por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, que abogaba por la vuelta de Bosch al poder y que luchó contra la intervención de tropas estadounidenses.
Cassá considera que con esa acción Imbert Barrera cometió un grave error, “porque el pueblo, lo mejor del pueblo, las energías democráticas, estaban del otro lado”, a sea contrarios a los militares que se oponían a la vuelta a la constitucionalidad y que con esa finalidad habían pedido la intervención extranjera.
Aun así, es innegable que fue un hombre de un valor personal a toda prueba por participar en una conjura contra un temible y despiadado dictador, en una acción en la que se exponía a una muerte casi segura, como él mismo dijo en una oportunidad.
Imbert Barrera había sobrevivido a un atentado a tiros en su contra cuando conducía su vehículo por la ciudad. A pesar de haber recibido graves impactos, pudo guiar hasta la Clínica Internacional y allí desmontarse para ser fue sometido a una cirugía de emergencia y lograr recuperase meses después.
El presidente Joaquín Balaguer le había otorgado el grado de general del Ejército con carácter ad vitam junto a Amiama Tió para de este modo protegerlos de cualquier intento de agresión de parte de remanentes y simpatizantes del trujillismo.
Es indudable que Imbert Barrera pasó a la historia dominicana luego del 30 de Mayo y que como dice Balaguer en el introito de su libro La Palabra Encadenada, sólo cabe ahora esperar el dictamen de la posteridad, único juez llamado a medir con la vara de la historia la actuación de los personajes de hechos señeros.