La irrupción en el escenario político nacional de la opción opositora que busca operar bajo las siglas de PRM, Partido Revolucionario Mayoritario, tiene repercusiones que no deben subestimarse.
La que se advierte al vuelo, no es la única ni la más importante: oficializa la división del Partido Revolucionario Dominicano y anuncia que aunque Miguel Vargas Maldonado consolide el control de esa organización no tendrá la posibilidad de presentar una candidatura presidencial que encarne la hegemonía opositora, por lo tanto carece de posibilidades de triunfar en una primera vuelta, y a cuanto puede aspirar es a ganar el boleto para una segunda.
Pero Miguel Vargas no es el único que sale dañado, porque el PRM también acarrearía perjuicios al partido que más aparenta consolidar, el de la Liberación Dominicana, que poco le interesa figurar como el número uno por la mayor cantidad de votos, lo que ha buscado es ser el ganador de las elecciones, y eso se da manejando a su favor un factor, que se perdería en un esquema de dos representaciones importantes del voto opositor, que es el de la polarización ayudada por el trabajo de la disidencia perredeista de turno.
En vez de dos opciones opositoras buscando votos para discutir el liderazgo opositor, el PLD se había enfrentado a un opositor fuerte, pero diezmado por el contrapeso de la disidencia interna que obraba para arruinar el triunfo del contrincante interno, así de proceso en proceso, un grupo del PRD ha acusado a otro de boicotear a su partido y apoyar en forma subrepticia al PLD. Fue la acusación que miguelistas hicieron a hipolitistas en el 2010 y las que hipolitistas hicieron a miguelistas en 2012, con fundamentos en ambas oportunidades.
Lo de ahora es distinto porque en vez de hacer un trabajo para desestimular votantes opositores o de moverlos hacia el voto PLD, el PRM buscará votos para su canasta y eso no solo están en la del PRD, sino también en el ensanchamiento del sentimiento opositor, es decir que una de su metas será la de aumentar el mercado opositor, mientras que el PRD deberá hacer lo propio, batallar para no dejarse desplazar como la principal fuerza opositora, y ambas cosas disminuyen el mercado peledeistas y tronchan las posibilidades de triunfo de esa organización en primera vuelta.
El esquema de primera vuelta tiene una condición imprescindible: polarización, lo que no se presenta con tres fuerzas importantes recabando votos, si una no se cae, hay segunda vuelta.
El PRD podrá estar debilitado pero en unas elecciones con una candidatura presidencial y cuatro mil a los municipios y al Congreso, debe andar por encima del 30, y el PRM en el peor escenario tendría el comportamiento de una tercera fuerza consistente, y en mejor suerte no seria descartable un segundo lugar.
Si se diera el caso de que Hipólito Mejía entendiera que una candidatura de Luis Abinader puede ser mas generadora de esperanzas y expectativas de cambios, habría una situación más complicada tanto para Miguel Vargas como para el PLD, que está obligado a derrotar el cansancio y el agotamiento de doce años de gobierno con una propuesta fresca, que pueda batallar por la representación del cambio, que podría ser la clave de la decisión electoral del 2016.
Preparado para un escenario que pinta segunda vuelta, el candidato del PLD debe ser uno sin cuentas pendientes con sectores que están en capacidad de inclinar la balanza.