El fracaso de malos políticos en sus ambiciones de alcanzar puestos de dirigencia dentro del PRM ha desatado una campañita mediática para presentarse a sí mismos como víctimas de una falsa intolerancia.
Cada vez que cualquiera no logra lo que ambiciona en las convenciones de los principales partidos políticos, en vez de enfrentar la cruda realidad de su impopularidad o atributos tóxicos, prefieren desatar todos sus demonios en contra de quienes les han vencido.
Es un éxito del PRM atraer nuevos dirigentes que seguramente aportarán más votos y buena experiencia que otros expertos en insultos, sillazos, excesos o que viven azuzando conflictos, dirimiendo interminables querellas o pretendiendo resolver dramas existenciales mediante incordios políticos en vez de terapia o consultas psicológicas.
El tema no merecería atención si no fuera porque estos endriagos están siguiendo un guion similar al de países que han resbalado hacia la izquierda, con todas sus nefandas consecuencias. Gracias a Dios ninguno de los de aquí goza ni de un chin de la popularidad u honorabilidad de Bosch o Peña Gómez…
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