Los centros de votación, en valles, montañas y costas, se abrieron de seis a seis. Los ciudadanos hicieron sus filas sin grandes alborotos, sin nadie comprando votos ni ofreciendo picapollos, sin ningún carajo haciendo publicidad entre los votantes. Todo transcurrió en un ambiente verdaderamente festivo y con la participación igualitaria de los partidos contendientes. Luego se contaron los votos, uno por uno, y hasta se revisaron los nulos y observados. En cosa de horas se supo oficialmente quién había ganado, y colorín colorado. (¡Qué envidia con Perú!… ¡Qué país tan atrasado es la República Dominicana!).
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