REDACCIÓN INTERNACIONAL.- Cuando se creía que ya estaba todo visto con respecto a los realities, llega Quiero ser monja: la llamada, el nuevo formato para Cuatro de la productora Warner Bros ITVP basado en el original estadounidense emitido a través de Lifetime, que ya ha dado qué hablar. A pesar de que la cadena de Mediaset incide en que «no es un programa creado para suscitar polémica», se presenta como la producción más arriesgada y controvertida de la temporada televisiva, aún sin fecha de estreno. Mariano Blanco, director de Producción de programas de Cuatro, la define con tres adjetivos: «Realista, vitalista y emocionante».
Las hermandades del Santísimo Sacramento, Santa María de Leuca y Las Justinianas han abierto sus puertas a cinco candidatas que muestran este «terreno aún no explorado por la televisión», el del camino espiritual, como afirmaManuel Villanueva, director general de contenidos de Mediaset España. Las novicias «tendrán que someterse a los votos de castidad, obediencia y pobreza», al menos durante las seis entregas confirmadas por la cadena.
Granada, Madrid, Alicante, además de las distintas misiones fuera de España, son los escenarios de un «máster intensivo» para las candidatas, que superaron un casting «fuera de lo usual». «Hemos buscado por parroquias y por todo el ámbito religioso a chicas que hubiesen sentido la llamada», recuerda Edi Walter, director general de Warner.
Esa compañía ha creado otros formatos conocidos por la audiencia -desde ¿Quién quiere casarse con mi hijo? hasta Adán y Eva– que se alejan del formato «blanco y poco invasivo» que es Quiero ser monja en opinión del director de Producción de programas de Cuatro. El formato, constituido por hermanas, madres superioras, conventos y bendiciones antes de cenar, «no es un programa religioso», según expone Villanueva. «Es un programa para todos los públicos (…) podría decirse que es más documental que reality«, corrobora Blanco, para quien se trata de «un experimento integral de amplio recorrido». Además, asegura, «no es un programa de humor»; si lo hubiera, los artífices quedan libres de todo pecado: «No es buscado. Las situaciones divertidas son espontáneas».
A pesar de los riesgos del programa, ya que las cámaras de televisión rara vez han disfrutado del carácter hospitalario de los conventos, Quiero ser monja ha conseguido llegar y besar el santo, tal y como cuenta Blanco: «Nos hemos topado con la Iglesia en el sentido de que había algunas dudas como qué tono iba a tener o la intención con la que lo hacíamos, pero nada más (…) Las congregaciones han contado con el aprobado de sus respectivas autoridades religiosas». Desde Cuatro garantizan que éstas «no son unas monjas tróspidas (…) Con fuerza desterraría ese concepto tan positivo y que tantas alegrías nos ha dado con otros productos».
En la adaptación, la cadena ha pedido a Warner seguir la «estructura y narrativa» de la programación de Cuatro: «Respeto, rigor y sin ocultar ninguna de las emociones, porque la televisión no es otra cosa que sentimientos», tal y como declara Villanueva.
Parece que el show viene para quedarse, o al menos eso quiere Blanco: «Ojalá se obre el milagro y podamos recibir más llamadas». Y, ¿por qué no?, con chicos aspirantes a curas. Blanco confiesa: «No quiere decir que en el futuro no nos lo planteemos
Recibe las últimas noticias en tu casilla de email